A los cinco años te dan una patá por el culo, corres y te escondes, no sabes qué esperar; a los diez, en medio de la pobreza, después de una de muchas patás, bajas la cabeza, y aprendes a evitar ese camino y que te den otras patás; a los catorce, te levantas, estudias las opciones, decides, y encuentras otros caminos. Los caminas, triunfas, no esperas màs patás. Iluso. Llega otra bien tarde, acompañada por la cortés diplomacia del hombre bien educado; no la esperas a la curtida edad de los setenta y pico. De esa última no te quieres levantar más, no quedan muchos caminos; fuera de volver a leer
El Hombre atlántico por Marguerite Duras.
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