-Don Coco, cuídese, que ya no estamos jóvenes.
-¿Para qué? Si yo no quiero morir sano.
-Malagradecido.
-¿Por qué he de preocuparme si mi espíritu está libre de pecado?
-Ave María purísima.
-Ten cuidado, que la medicina necesita enfermos, y sus ideas también enferman.
-Por Dios, usted no cree ni en la luz eléctrica.
-¡Metíos! Enferman a uno más de la cuenta.
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