En Tía María lo vio por primera vez (guapo, ojos claros, pelo castaño, piel porcelana, fornido), hablaron sin decir mucho -"espero verte de nuevo, me gustan los hombres mayores, soy peluquero, fui profesor". Toda una sensación de compatibilidad que no llegaba hasta las diferencias: edad, escuelas, estudios avanzados, libros y revistas, museos, bibliotecas, campus, arte. Uno: hijo de jíbaros de antes; él: hijo de Puerto Nuevo. Lo saludaría si lo llegase a ver de nuevo en Tía María; o quizás, bajaría los humos, suspendería las defensas, y chismearían como se hace en un cafetín con ínfulas de pub, o todo lo contrario, un pub con ínfulas de cafetín.
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