Tanto brillaban las lentejuelas, los relojes y pulseras, que los invitados no tenían necesidad de prender la luz, y podían ser filmados desde el quinto piso, otra ventana, al cruzar del patio interior, en un tenuemente iluminado y solitario apartamento, servía para encuadrar la cara del hombre mayor: se retrataba mientras tomaba una copa de algún licor; celebraba junto a sus vecinos del frente; sirviendo ellos y la fiesta de fondo para su selfie de despedida de año.
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