Regresé para encontrarme con una generación de cultos urbanos tuteando a diestra y siniestra, desbalanceando mi crianza entre jíbaros cerreros de “usted y tenga”. Desestructuré mis esquemas asociados al uso de lenguaje formal en español cuando se trata con personas mayores; la oí. Acababa de conocer a la poco discreta señora treintona con historial bordeando en lo lumpen, perfil de calle en barriada santurcina o esquina de urbanización proletaria en Puerto Nuevo, quien no paró de darme cátedra negativa sobre Ayquía; sonreí.
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