Monday, September 28, 2009

Octubre

La lectura del relato me centró una vez más. ¿Cuántas veces lo he leído durante esta temporada? “En octubre las hojas son más anaranjadas y amarillas, hoy se ven menos brillantes.” Octubre trae mucho más que el otoño.

“¿De qué hablo? En octubre siempre me llega la nostalgia. ¿Por qué hablo de ecología y colores, cuando sólo los estados de ánimo me interesan?” Las ideas se intercalan y forman telarañas lingüísticas me dijo el, valga la redundancia, el lingüista. “De ti y de mí hablo, de nuestros estados de ánimo. Me repito. ¿Por qué me repito todo el tiempo? La edad nos lleva a repetirnos, a reafirmar nuestra existencia y memoria, a recalcar nuestra existencia.”

Los pasos se van haciendo lentos, muy lentos. “En octubre camino hacia el bosque que queda al norte de la casa, del pueblo, la provincia, el país, el continente. Quebec es lo más norte del norte. Al sur de la casa están las fincas de maíz, Montreal, Nueva York, la barbarie. Mis pasos los sigue el camino que voy dejando, la ventana de la habitación en el ático que mira hacia el norte, hacia el bosque, y las huellas en las hojas secas trituradas por mis pasos.”

Pinos y matorrales me reciben, luces entrecortadas por las ramas y colores me alumbran el camino. “No hay osos en este bosque.” No hay lobos en este bosque. “Ruidos de hojas cayendo y ecos.” Oigo ecos.
El bosque me llama por las tardes, todas las tardes de octubre. Me aleja de los vaivenes y palabras quebequenses de mi familia adoptiva. Ellos me adoptaron a mí y yo a ellos. Me ven caminar hacia el bosque y les cambia el semblante, les da miedo. Las pasiones de familia, de niños asertivos, de padres directos y amorosos, gritones a veces, a veces susurran, son reemplazadas por el silencio. El bosque me arropa, me devuelve al útero para comenzar de nuevo. El bosque me cuida,

“Be careful, Yerardo.” Qué difícil se le hace a los franceses y quebequenses pronunciar ese fonema. Mi nombre es Gerardo, les grito, repito el ge y sonríen. Me contestan en francés. Para los quebequenses, al igual que todas las culturas que viven en dos lenguas, el cambio de una a otra nunca es completamente puro; esto es, de haber pureza en los idiomas. No la hay. Tampoco en el bosque ni en las familias o el individuo. Con la mía en Quebec, mis impurezas no son motivo de miedo. Jugar con sus hijos, llevarlos a comer no es motivo para que se me vea como un depredador. Cuan distinto a algunos miembros de mi familia biológica. Tan bíblicos y tan poco cristianos.

La luz de octubre es pálida, y pálidos son los colores, alumbrando el camino y bañando de rosados y celestes, el terreno mojado, el aire con sus canicas de vapor flotante.

La luz Se filtra a través de las ramas, unas frondosas y otras anunciando su otoño, mi otoño. Camino lentamente hacia un claro, allí descanso, y regreso.

“Be careful, Yerardo.” Los oigo decir, y a sonreír todos.

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