Tuesday, October 30, 2018

BOLERO #1: PENTAGRAMA

“La noche de anoche, qué noche la de anoche”, acompañada por "una mujer de ojos color turquesa, rostro de nácar, sentada al lado de un hombre de pelo gris, apuesto galán hacia quien ella extiende lentamente sus angulares y finas manos, uñas rojo encendido, en camino a Punta del Este." De pronto, “sin esperarlo”, un chillido de llantas sin control obligan a la protagonista a retirar las manos, rasgar la tela del asiento, moverlas hacia sus muslos, la falda, la boca. Un suspiro. 

Un bolero que continúa antes y después de presionar el freno: un romance cantado por Lucy Fabery. O la Guillot. "El Porsche destruido". Silencio sepulcral. Sonidos de sirenas. Los amantes. Ofuscados recuerdos de la pasada noche, la que duró diez años en cuajar y volvió; empezó la mañana siguiente, un día de San Valentín, relatados por dúos, tríos, combos, tantas voces en bolero, amando en bolero, narran los delirios de "la mujer de ojos color turquesa y largas acicaladas uñas rojo subido", sus lamentos, sentirse engañada, el autor, un galán de pelo gris. "El Porsche destruido.".

-Por qué me llevaste hasta Punta del Este, si sabías que vos no me querías? Mentiras, puras mentiras, tus correos eran puras mentiras. Estoy aturdida.

Y así comenzó el primer capítulo más de un romance separado por miles de millas de distancias, cuerpo con cuerpo, espacios y tiempos curvos, una novela rosa contada en bolero con un final feliz. 

-Yo que estaba tan tranquila.

Monday, October 29, 2018

BOLERO #31: SIMBIOSIS

Un reloj no marcaba las horas; los detuvo en el camino, en suspenso, hasta "cuando amanezca otra vez”, sin preocupar a cada uno de los boleristas, amantes, autores de que él/ella se “irá para siempre”, con el tiempo en sus manos que los pueden enloquecer; tiemblan un “nomás nos queda esta noche”.
El éxtasis musical, estético, sexual, narrativo se fundieron en múltiples e inigualables orgasmos explosivos, “solamente una vez amé en la vida” Gemidos.
Una noche perpetua, un tierno inicio, lento preludio, eterno e interminable placer sexual, con sus caricias, besos, erecciones y deseos en crescendo, compenetraron a los amantes, al autor, lectores, y a todos “nosotros, que fuimos....”, no podemos separarnos. 
Un bolero profundamente meloso, pegadizo, detenido en el tiempo, olvidaba las agujas del reloj, adoraba la “seda de tus manos”, los besos “que se daban”; exploraba cada espacio, piel, extremidad, el "infinito sin estrellas"; convertía al otro, la otra, en “y solamente tú”. 
-La sangre en el Porsche, ¿de quién era?
-¿Por qué me acostumbró a todas esas cosas?
-¿Quiénes iban en camino a Punta?
-¿Por qué me acusan de ser la culpable de todas sus angustias? ¿Por qué?, ¿por qué?, si me acostumbró a todas esas cosas.

Thursday, October 25, 2018

BOLERO #28: BESOS

“Besos, muchos besos, llanto tanto llanto”: Cantaba Elvira Ríos. 

Que recordara aquella noche en un puerto donde nunca fuimos, susurrabas, mentías. 

Fue una noche maravillosa, te me acercaste, y sin esperarlo “tú me besaste// y en el hechizo, de tu sonrisa/ había ternura/ y en esa entrega, de tus caricias, tibia dulzura”; un beso que no pediste, robaste; respirabas lentamente mientras balbuceabas el deseo, cerca muy cerca, bajito, bien bajito, al oído. 

El beso robado, el primero de muchos, no fue disfrutado en un puerto marroquí, fue en un cine donde, a media luz, veíamos a la Sara Montiel en una puesta en escena que recreaba un club en Casablanca y ella, la Montiel, calcaba los gestos y movimientos de la Marilyn Monroe; cantaba el bolero "Acércate Más", como parte de una historia de intrigas, amor y engaños, en la cual la Montiel pedía al galán tellediano de ojos color almendras y engomado pelo negro, que se acercara “más y más, pero mucho más”, que la besara "así, así". 

Sí, así fue cómo todo ocurrió, en un cine de Montevideo. No -rectifico-, “a veces me pregunto qué, cómo, cuándo y dónde”; quizás no fue en el Atlántico Sur; quizás, yo pretendía; quizás, desesperaba; “quizás, quizás, quizás” deseaba besarte en un teatro barato del Barrio Latino de Manhattan o quizás “como en un sueño”; quizás todo ocurrió desde la pantalla personal, frente al teclado de la tableta electrónica. 

Te besé. Me acerqué; entregué. No recuerdo cómo termina la película. Solo sé que no fue  en la Casablanca de Sara Montiel. De testigo estaba Frank Domínguez, enredando a los amantes, el autor en su trama, en su bolero, pidiendo el mismo beso "que te pido yo". 

Wednesday, October 24, 2018

BOLERO #27: SABORES

“Tanto tiempo disfrutando de este amor” dejó "sabor a mi" en ti, ellos, nosotros “que nos amamos tanto”, recogido durante la escritura con la lengua sobre la piel, marcada para siempre con las letras de un bolero, y en el texto que es el cuerpo del amante encuentra sabores: salitre en el ombligo, azúcar en esos delicados y hermosos ojos negros, angostura en el pene, mejorana en las nalgas, ron caña en la espalda, melaza en los labios, albahaca en las palmas de las manos, jengibre en los obscuros,  sabrosos e infinitos espacios.

Los movimientos ondulados de la cintura, las piernas, el pecho responden al frote de la lengua en armonía con los dedos que pulsan cada punto y esquina del cuerpo. Pausa. Besos para que en la boca lleve "sabor a mí”.

Los dedos regresan, auscultan, y entran muy dentro donde no llega la vista; salen y se mueven hasta la boca; comprueban las respuestas del paladar, y con la punta de la lengua siguen escribiendo sobre los cuerpos, logran conseguir el éxtasis, delirio, acompañados por las pestañas que borran lo escrito sobre la "piel canela". 

Cuerpo con cuerpo, alma con alma, en palabras y ritmos de Bobby Capó, quien deja atrás la tristeza cuando convierte el amor en bolero mambo, rápido y lento a la vez que mueve los cuerpos en unísono, hace que “la gloria seas tú”, yo, ambos; y “si se queda el infinito sin estrellas o el mar pierde su inmensidad”, no se interrumpe el amar sin límites, pues solo “importas tú, y tú, y nadie más que tú.” 

BOLERO #26: ENTORNOS

Arenas tendidas en una playa caribeña que se vistieron de amargura/ porque tu barca tiene que partir” llevaron a los autores e interpretes en Manhattan o Montevideo o San Juan, embelesados y neutralizados por lo que veían a los lejos desde el inmenso sofá, a través de los ventanales, en bares y callejones obscuros, bajo la lluvia, corriendo, “y no estabas tú”, enamorados del amor mismo, después de haber caminado  “por la vereda tropical”, leído los correos que suplicaban “acércate más, y más, pero mucho más”, repasado los datos sobre las casas, carreteras, tormentas, hoteles, textos, autores en muchos entornos físicos, románticos,  “alejándose en la bruma”, disueltos “en la espuma”, enredados en un solo cuerpo, amando a sus anchas, bailando, rescribiendo todos los boleros sobre la piel de los amantes. 

BOLERO #25: PECADOS

Disfruta “un pecado nuevo que quiero estrenar contigo” en la sigilosa voz de Lucho Gatica despierta sospechas. Lo propuesto puede ser el comienzo de algo que explora las fronteras y trasciende el goce sencillo. Busca, propone, quizás, satisfacer algo más que el deseo de amar. Busca querer sin límites. 

Tras la ansiedad de tener al amante o a la amante  en sus brazos, entregarse por completo, recorrer todas y cada una de sus dormidas emociones, hacer temblar vellos, uñas, querer entrar en espacios prohibidos, desconocidos, encontrar placeres que no quisieran haber conocido, a decir que no, o a dejarse llevar por la rexachiana nave sin rumbo. se pueden esconder motivos que obligan a los amantes a dudar de las implicaciones, las intenciones de estrenar ese pecado nuevo. 

-Perdón, si te falté; si no me atreví recorrer rumbos que me parecían perdidos; si no pude explorar lo que consideraba eran tentaciones, poderosos pecados para los cuales no estaba listo, nuevos retos carnales; si temí disfrutar de una lujuria escondida, reprimida, moralizada, disimulada; si no me atreví aceptar que ofrecer un pecado nuevo no tuvo el efecto que buscabas. 

-Antes, mucho antes del viaje, del accidente, fue contigo con quien aprendí a explorar nuestros cuerpos, distintas formas de amar, a despertar nuevas y mejores emociones; contigo aprendí a besar sin miedo, a reconocer las múltiples sensaciones, reacciones; aprendí a encontrar con los labios cada estímulo en la piel, saborear poro por poro, dedo por dedo, lágrima por lágrima, grito por grito; aprendí a entregar cada uno de mis órganos, a disfrutar de placeres sin límites. 

-El Porsche no era tuyo. Desconfié, sentí miedo, no entendí, y no pude aceptar que antes del accidente, cuerpo con cuerpo, fuimos alumbrados por la luz del otro lado de la luna. 

No fue Gatica el primero; ya antes, mucho antes, los amantes pecaron, obligados por Blanca Rosa Gil.

BOLERO #80: AUTOPLAGIOS

Imaginar, contar, cantar las historias, protagonistas “enredados en la bruma”, acercándose más y más; besándose “así, así, pero mucho más” y así durante el proceso creador, seductor,  el baile, sirve como espejo para que el autor, el bolerista, los amantes se den "cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo". La distancia entre el bolero, la novela y los sujetos no logra el olvido, ni separa la imaginación del amor y los deseos. 

“Y entonces, ¿el Porsche no estaba destruido?: pregunta, indaga y concluye sin esperar respuesta pues sabe “que todo fue un sueño”, un momento lleno de inspiración, vivido ahí, "donde todo lo puedo, donde no hay imposibles", con guitarra en mano, un teclado, múltiples relatos, boleros y caminos cibernéticos como recursos y apoyo de la imaginación; ahí donde "volaron las palomas del milagro", y la canción se hizo novela rosa musicalizada; bolero novelizado. 

“No importa”: dicen, uno y cada uno de ellos. 

-No sé, no sé, ¿dónde estoy? ¿En Manhattan, Montevideo, Caracas, un puerto de un riachuelo sin nombre, bañado por la niebla, una sala de hospital, un coche en camino a Punta, Acapulco, Buenos Aires, Sevilla con su luna plateada? 

-¿Quiénes más iban en el Porsche? 

-Me repito te repites, la melodía es la misma o fue otra, otro, en el coche, en Manhattan, en tantos sitios. Armando Manzanero, Roberto Ledesma, Chico Novarro. Roberto Yanés. No recuerdo. Eran tantos. Uno de ellos, creo, fue el primero que dijo "voy a apagar la luz" para pensar. y luego, Pedro Flores en la voz de Ledesma, sugirió concentrarse en los amantes, y soñar que estaban bajo un palmar, a la orilla del mar, “celebrando una gira”, y alguien, no está claro quién fue. ¿El autor? ¿Chico Novarro? añadió, escribió sobre el deseo de "tener algo contigo". 


Tuesday, October 23, 2018

BOLERO #19: MENTIRAS (DE NOVELA /BOLERO MONTEVIDEO A PUNTA EN VOZ DE LA TELLADO)

"Tal vez seria mejor que no volvieras", cual disco rayado el eco interno, en voz de la mujer tellediana aparecía y desaparecía en la pantalla de la tableta; no, en el guión, ¿el borrador?, en los correos que iban y venían de Punta a Manhattan. ¿Acaso, al revés? Escribían, cantaban los amantes. 

-¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué - retumbaba el grito de dolor por todo el hospital, ¿o era un dolor grabado en un folletín?, ¿en una revista de modas o la repetición del mismo bolero -"quizás fuera mejor que me olvidaras". 

Otra mentira dicha -"sin principio ni final"- en el sub-texto de la conversación, el dúo, entre las voces de Chavela Vargas y Miguel Bosé; dos voces tan dispares como sus eses, sus zetas, sus jotas, y tan poco armoniosas como sus historias: un hidalgo castizo opuesto a una cruda mujer criolla, latinoamericana. 

Dos historias de amor, de pueblos distintos, vientos australes y tormentas de nieve en el norte, unidos por las letras, los ritmos, los deseos que no permiten la despedida, ni que -"paz alguna habrá de consolarnos"- contadas, cantadas en el norte, en el sur por las muchas interpretaciones, versiones distintas del mismo bolero: Lucho Gatica, Luis Miguel, el borrachín en un bar de esta ciudad, aquel balneario. 

Y en el apartamento de Manhattan donde la Tellado entra, sale, regresa y viaja por la carretera Interbalnearia, los amantes se apoderan de los compositores, del autor, para tener que aceptar, después de horas de silencios, discos rayados, música en la red, que -"volver es empezar a atormentarnos/ a querernos para odiarnos"- reconocen, empapados por las lágrimas negras, gardenias en las manos, que su -"suerte necesita de tu suerte/ y tú me necesitas mucho más." 

-¿Por qué me acostumbraste a tu presencia, a todas esas cosas? Contigo aprendí, aprendí, aprendí...... ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? 

-"Nos hemos hecho tanto, tanto daño"- no predice el próximo paso, la estrofa que sigue, una nueva escena, otro ambiente, amantes distintos, y voces interiores, tan contradictorias como los son las vidas de los protagonistas, los postulados de los autores, las múltiples versiones de un bolero. El monólogo interior adquiere coherencia en su esencia: el amor mismo, sus vertientes y sus opuestos -"que amor entre nosotros, es martirio/ jamás quiso llegar el desengaño/ ni el olvido, ni el delirio". 

Desengaños, olvidos a medias, delirios que se llevan "en el alma hasta la muerte" son atomizados, reducidos a lo primigenio en el bolero que escuchan por toda la ruta Interbalnearia, o en Manhattan, los amantes, el autor, "frente a frente y nada más". 

La ronca y cruda voz de Chavela Vargas enturbió la refinada y estilizada interpretación de Luis Miguel; completó otro capítulo de las vidas del autor, sus boleristas, e interrumpió la novela rosa y sus mujeres telledianas de mirada serena, ojos color turquesa, rostros de nácar, siempre sentadas al lado de hombres de pelo gris, apuestos galanes hacia quienes ellas extienden lentamente sus angulares y finas manos, uñas rojo encendido, en camino a Punta del Este. 

-Mi cariño nunca fue un castigo, tampoco soy -”la culpable de todas mis angustias”. No podemos seguir siempre igual. No fui yo quien destruyó el Porsche. 

JUAN DE PAREJA WAS NOT NOT ONE OF THEM

When Velázquez included himself in the royal family portrait of the “familia real española” in Las Meninas, he did more than make fun of them by being in the portrait with them as he was not one of them and suggested to them he was not going to be one of them since he was painting them and that is how he portrayed himself with them, and with the money earned painting them, he bought the rights to a slave named Juan de Pareja who was not one of them, and then Velázquez freed Juan de Pareja and painted him in a portrait currently not owned by the previous them to whom Velázquez showed the portrait indicating that he thought in a very post feudal pre post modern way that, although the ex slave was not one of them, he could be in a portrait to be exhibited later on next to them,  dismissing them and the values expressed by them, in a portrait of Juan de Pareja without them. 

Monday, October 22, 2018

NO SOY TRANSPARENTE

(Grafiti en pared de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras)

TOXIC AIR

“When I walk
I part the air
and always
the air moves in   
to fill the spaces
where my body’s been.” 
(Mark Strand: Keeping Things Whole)

Their laugh and clear disdain shown in their bodies and facial expressions, when the husband read an announcement of a special concerns meeting and said, “There is going to be a LBGTQ reunion”, and then he repeated sarcastically, shaping his face and moving his eyes like Gloria Swanson, “LBGTQeuuT!”  

Unable to imitate his Middle America accent (mine is influenced by its sexual and colonial histories), and because at that moment I had very little consideration for their slaved and epistemologically retarded minds, I chose to stare directly at them with the blanked and stern face of someones who understands what is being said and wondered who the fuck are these people who think is ok to make fun of others, and decided to leave the place. I had fought too many battles against racists, linguistic purists, class snobs, machos machos, and homophobes, so at moments like that, it is better to leave the space so those "trogloditas" can continue breathing the toxic air they pollute. 

Friday, October 19, 2018

DESDE QUEBRADA YEGUA A PIE PA'l "JOYO" DE JÁJOME (DESDE JÁJOME HASTA ÍTAKA)

“Los esquemas son maravillosos en los libros de texto, pero si no quieres estar mochando y ajustando, planchando y arrugando para que los procesos [históricos] quepan en un esquema, mejor déjalos a un lado.” (Fernando Picó)

Unos cuantos Torres subíamos a visitar a los primos de Papá en Jájome Bajo. Eran mayores que nosotros, los parientes visitantes. Allí nacieron hacia el tercer cuarto del s.19. Allí murieron hacia finales de los cincuenta del s.20. No subíamos por la carretera de Cayey porque el camino para bajar no estaba embreado, y era puro barro; si llovía, yo era muy pequeño para manejar con el dedo grande, usarlo como freno -mi hermana Ana en forma de burla me entrenó en ese arte-, enterrándolo en el resbaladizo terreno. 

Toñín, Julio, Manuel, y Papá llegamos en carro hasta el río que divide el barrio La Plena del próximo, Quebrada Yegua (en honor a la quebrada que lo cruza), en el carro de Julito, hijo de Julio, primo tercero de unos, y primero de otros, y sobrino nieto de unos cuantos Torres, incluyendo a los dos hermanos que fuimos a visitar: Juana y Arcadio. De Quebrada Yegua en adelante, a pie hasta el punto que los lugareños llamaban "El Joyo": el fondo donde se juntan las montañas casi en forma de cono, un río que lo cruza, y  un mojón señalando el comienzo del camino, hoy carretera embreada. 

Parábamos para descansar y saludar -en el largo andar- a unos cuantos familiares, la primera, mi querida Tía Panchita, y a otros conocidos o parientes bien lejanos; pequeñas fincas, muchas de ellas, más tarde convertidas en parcelas por otros intereses y economías. Era la última década de una forma de vida en el Puerto Rico rural, aislado. 

Cambió la fisonomía y función de la tierra; y la cultura de los antiguos jíbaros -documentada en la literatura de ficción, en el cine, y en los estudios antropológicos llevados a cabo hacia los años cuarenta por Sydney Mintz, históricos por Fernando Picó, retratados por Frade-; transformada: entre mito y anuncio navideño; desplazada en su entorno; guetoizada, encajada, distorsionada por las posturas elitistas, lenguaje, y eslóganes colonialistas, despectivos, parceleros, dichos por farfulleros y comemierdas: los que sólo pueden pensar dentro de las parcelas de su cerebro.  

Regresábamos tarde; y ser un niño rodeado de adultos, primos y tíos mucho mayores hace del “Joyo” un viaje a ser repetido varias veces, recordado con una foto tomada por una ex compañera de estudios: sentado sobre el mojón número cero hectómetro cero del camino ya embreado, entre Jájome y La Plena, después de haber parado en una de las terrazas para ir a bailar -de moda en el una vez tranquilo y despoblado campo, hacia principios de los años sesenta- en camino desde Quebrada Yegua. 

NO DICE NADA CON LA NADA

Si no tiene con que hablar sobre las obras de arte porque no tiene nada de contenido y formas de estudiar el mundo que permitan a su nada comunicar con el cuento o la pintura a las que evaluó -"no me dicen nada"-, pues no puede decir nada.

Thursday, October 18, 2018

EL CHIFORÓVER: GUAYAMA 1950s (DESDE JÁJOME HASTA ÍTAKA)

"Las estructuras cambian" (Mafalda frente a una tortuga que saca y esconde la cabeza)

Nos mudamos hacia finales de los cuarenta, del campo en los cerros de Cayey al pueblo que siempre mira hacia el Caribe, Guayama, a uno de sus barrios pobres, que por ser tan “dinámico” y "violento" lo conocían como Borinquen Rojo; y dicen los historiadores, porque durante las eleciones del 30 el barrio completo votó socialista. 

Mamá, cuando salíamos de la casa, se pasaba los días preocupada por los hijos; siempre había alguien tentando la hombría o amenazando a las muchachas con un, “vas a ser mía”. En el campo, entre los jíbaros el código de honor era distinto y roto pocas veces. Cuando se hacía, tenía consecuencias nefastas. Una apuesta no pagada, una palabra fuera de sitio, una virginidad deshonrada, un guapetón de pueblo que viniese a demostrar su valor eran los casos contados que documentaban los hechos violentos del barrio en las montañas. El resto del tiempo era vida tranquila, pobre pero en paz. Familias acostumbradas a la vida en clanes, en sus antiguos mundos estaban emparentadas; y sus modos de compartir, de juzgar eran regidos por el honor, la honra, el compadrazgo. No en ese nuevo barrio. Todos los domingos se formaban peleas por las razones más bobas, “que si no te metas con mi marido, que si tu mujer me dijo, que si tu hijo es..”. Allí duramos seis meses. 

Tuvimos que comenzar a aprender nuevas formas de vida, retratadas en mi memoria con el único recuerdo claro que tengo de aquellos seis meses: una expresión del miedo con el que vivía mamá. Su cara cuarteada por la tensión de los músculos, petrificada, cobriza y fundida con las paredes de madera, que azotadas por los años, cubiertas de rendijas, rodeadas de muchas casas iguales, formaban un ambiente donde casas, cara, colores e historia eran fragmentos y un entero a la par. En parte creo, porque siempre estuve consciente de toda esa trayectoria, que esa es la razón por la cual nunca dejamos de cuidar a los viejos. 

A los seis meses de vivir en Borinquen Rojo, huyéndole a la violencia y lo impredecible, nos mudamos a un barrio de clases medias. Primero alquilamos la casa de cuatro cuartos, y luego los viejos la compraron. Mi hermana mayor, Ana, que siempre fue espabilada, inmediatamente aprendió los ir y venir de la gente en el pueblo y consiguió trabajo en un taller donde les cosían a las señoras de dinero y a los pocos meses de mudarnos al pueblo se casó. Desde el campo ya era novia del hijo de un policía rural. Fue ella quien nos consiguió la casa más cercana al centro del pueblo y aunque no vivía en casa, siempre se aseguraba de ayudar a mantener la familia. Ángel María consiguió trabajo de dependiente en una tienda, y luego se embarcó para Nueva York. Papá abrió un colmadito y dejó el cañaveral; mamá, que ya desde Borinquen Rojo vendía carbón, trabajaba de costurera y atendía la casa; Felix, Nila y yo asistíamos a la escuela. 

El pueblo cuadriculado, el primero en ser planificado nos decían en la escuela, tenía divisiones marcadas por clases, ascendencias, apellidos y colores. Divisiones que a simple vista, muchas veces, no eran aparentes, pero que se notaban en nuestras relaciones. Los dueños de la casa que nosotros alquilamos vivían al lado, y como miembros de la clase civil, un burócrata y una maestra, celebraban fiestas domingueras por el solo hecho de reunirse con sus iguales, otros burócratas y maestros. Nunca vi a las familias que vivían alrededor de la plaza asistir a esas fiestas, ni tampoco a doña Aurora, aunque la invitasen. Supongo que como los vecinos eran mulatos y ella, con apellido de alcurnia, emparentada con los llamados "blanquitos", no iba rebajarse aceptándole la invitación. A nosotros no nos invitaban, y creo que de haberlo hecho no hubiésemos asistido. Celebrar fiestas sin ninguna otra razón que reunirse era una novedad para nosotros; pues en el campo sólo se celebraban fiestas durante las navidades, bodas o bautizos. 

A principios de mudarnos, como la curiosidad mató al gato, a través de los huecos que había en la verja de zinc que nos separaba de la otra casa, los fisgábamos. Sabíamos cuando llegaba el invitado más importante porque siempre era el último en hacer su entrada y todos los demás allí presentes corrían al balcón a recibirlo. Acompañados por música instrumental bailaban a sus acordes, comían, y se reían si temor a llamar la atención. Cuando se acababa la fiesta, los vecinos nos pasaban un plato de comida por encima de la verja. 

Al mes de habernos mudado, Ana, la primera de la familia en subir otro escalafón en las clases económicas que regían el pueblo, nos regaló nuestro primer mueble que no había sido hecho por un pariente o compadre. Pusimos el mueble en el dormitorio que daba para la sala y mamá aprovechó la ocasión para coserle una colcha a la cama. Felix y Papá lo esquinaron para que luego Nila le pasara aceite de brillar muebles. Nila y yo nos sentábamos a mirarlo desde lejos. Papá, en cuclillas, nos miraba; con un gesto formado por los cachetes sumidos, hombros subidos y labios apretados, nos dejaba saber que no entendía la algarabía que teníamos formada. 

No más perchas cubiertas con cortinas de cretona. El mueble estaba dividido en dos partes. Tenía cuatro gavetas en un lado, con un espejo al tope de las mismas. Nila le puso papel a las gavetas. Félix colocó su peinilla y un pomo de brillantina frente al espejo. Mamá le añadió una cruz de madera y un rosario. El otro lado del mueble era para colgar ropas y tenía en su puerta un espejo donde Nila y Félix, cuando mamá no se encontraba en casa, se pasaban horas muertas peinándose. Yo, a su lado, hacía muecas. A escondidas de mamá, ella no quería que le mancharan su chiforóver. 

DESDE JÁJOME HASTA ÍTAKA (PASAJES)

          LA REAL CÉDULA DE GRACIAS 
La Real Cédula de Gracias (RCdG) fue promulgada bajo el gobierno de Felipe VII el 10 de agosto de 1815. Con la RCdG se le otorgó a Puerto Rico una mayor liberalización económica; y se concedió para poblar la isla con colonos europeos, evitar el desarrollo de un separatismo revolucionario, y segundo, lograr que la economía de la Isla fuese más productiva para España. Se incrementó la población: las concesiones de mayor envergadura e impacto de la Cédula fueron las relacionadas a la inmigración. 
La medida ofreció licencias de entrada a nuevos inmigrantes y legalizó la residencia en la Isla de muchos extranjeros ya establecidos. Además, exclusivamente a los extranjeros católicos y procedentes de países amigos, se les ofreció la libertad de naturalización luego de cinco años de residencia en el país. A los nuevos colonos blancos, tanto hombres como mujeres, se les concedían cuatro fanegas y dos séptimos de tierra y la mitad de esa concesión de tierra por cada esclavo que trajera. 
Es con la Real Cédula de Gracias que comienza la historia de los Rivera Burgos y de León Cartagena, tras inmigrar desde Canarias, Andalucía, Cataluña y recibir tierras en los cerros isleños, hoy conocidos como Jájome. Dicha medida, otorgada por Felipe VII, abre las posibilidades para que otro Felipe - cuyas coordenadas históricas son menos fáciles de identificar y rastrear que las de las familias antes mencionadas -, unos cien años después, le dé un giro a la historia. 
El Felipe neo-criollo, pardo hijo de pardos -mestizos que llevaban años aislados en los cerros isleños-, se casa con una de las descendientes de los colonos; se junta con los que vienen a imponer el control, y al hacerlo, desvía las órdenes del real Felipe numerado, derrite los poderes de instituciones españolas, diluye los bordes, las metas, las clases y colores. Al margen de cédulas, documentos, apellidos heredados o impuestos. la entremezcla de hijos y el borujo formado por distintas historias trascienden lo oficial, desplazan al colonizador y comienzan un nuevo pueblo en busca de nuevas cédulas. (Fernando Picó. Cayeyanos: Familias y Solidaridades en la Historia de Cayey. Rio Piedras, PR: Ediciones Huracán, 2007) 
          EL CRIOLLO Y LA PARDA 
“Antes de la antigua carretera PR 15 ser embreada, nosotros teníamos a Mayito; Lile vino después -don Santiago Rivera Burgos nacido y criado en las sínsoras de Cayey-, cuando los americanos llegaron al puente, ya habían tomado a Guayama. Los españoles abandonaron todo y cogieron para los montes. Se veían subir. Se perdieron por todos lados, y diciendo que eran de aquí. Jájome, Carite, Beatriz, La Altura, todo esto se llenó de españoles. Si no, iban presos." 
Don Santiago Rivera Burgos era peón en la fincas en Jájome y Carite de los padres de doña Teresa de Jesús León Cartagena, la abuela. No es de dudar que el apuesto don Santiago, su físico y educación, impresionaran a doña Teresa; quien, a pesar de ser heredera de grandes fincas, guapa y bien criada, dado su fisonomía parda, no tenía todo el estatus que exigían los criterios raciales y sociales de la época, y que compensaba casándose con un peón de obvia ascendencia española, ojos azules y pelo castaño: el criollo y la parda. 
          ABUELO CHAGO Y EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA 
No paro de mirar una copia de la pintura El Pan Nuestro de Cada Día por Ramón Frade. Es como si estuviese mirando a a mi querido abuelo Chago, don Santiago Rivera Burgos. Lo conocí cuando ya él no podía trabajar; aunque me contaba cuentos sobre el Jájome decimonónico. Otros hicieron los cuentos sobre el abuelo: la verticalidad de su conducta, recto, cortés, el que trataba a todos de usted, el que compartía con tantos lo poco que tenía, trabajaba de sol a sol en las fincas de Jájome, y luego bajaba al mercado en Cayey, con mi hermana Ana -otra héroina en la familia- a vender las viandas, aves, huevos. Recuerdo lo que contaba sobre la vida aislada en aquellos montes, antes de que llegara la luz, los carros; su boda con abuela Teresa; cuando los americanos invadieron la isla y subieron a los cerros; lo orgulloso que estaba de haber conocido y visto a Ramón Frade pintar su serie de retratos de los jíbaros puertorriqueños. Recuerdo cuando vinieron a vivir con nosotros en Guayama, y cuando se fue de este mundo, tan tranquilo que estaba, tan lleno de paz. 

Wednesday, October 17, 2018

CERREROS: LA PRIMA DE CARITE A PIE

“In the best of cases, it results in fixed, ahistorical categories that conceal the complex, multi layered, and often contradictory character of ethnic and cultural identifications” (Francisco A. Scarano: The Jíbaro Masquerade and the Subaltern Politics of Creole Identity Formation in Puerto Rico, 1745-1823. The American Historical Review, Dec., 1996)

Tan mayor como que podía ser mi madre era mi prima Victoria, y tan simpática, maternal y brusca como pueden ser las primas y primos mayores. Entre los primos, soy de los más chiquitos y los mayores eran primos divertidos que alegraban, cuando nos visitaban o los visitábamos, nuestras vidas. Algunos de ellos tenían mejor poder adquisitivo y propiedades; compartían con los más pobres. La procedencia en común, Jájome y sus formas de ser (de usted y tenga) empataban estrechamente las relaciones. Victoria siempre sobresalió. No abandonó los cerros de Jájome. Y si Jájome era aislado para los años 30s, después de casada se mudó para un sitio más aislado todavía, Carite, que no tuvo carretera hasta finales de los años cincuenta, rodeado de bosques.

Victoria crió sus hijos en Carite. Su marido, natural de por allí, regresó mal de la guerra, un poco desajustado, y pensionado, de agricultor junto a la prima. Siguieron viviendo en Carite hasta que ambos murieron. De los cerros rojizos, puro barro, del campo y bosques que bordean a Jájome, bajaba la prima, vestida con trajes floridos, volantes en las blusas, controlando su pelo negro rizo, casi maranta, con hebillas; una sonrisa y una voz ronca, explayá que anunciaba su llegada y presencia; andar y postura erguida, acostumbrada a montar caballos, recoger café y ñames, subir los cerros resbalosos de los campos de Cayey y el norte de Guayama. 

A pie por un buen trecho; en pisicorre hasta el pueblo, se movía para venir a visitar a su Tía Lile, con un buen surtido de viandas y algún pedazo de cerdo o embutido hecho en casa. Sonrisa que le cubría la cara, franqueza como la que según otros parientes era/es herencia de los León, la familia de la famosa abuela Teresa; quienes, incluyendo a la abuela, Mamá, Tío Cecilio, unas cuantas sobrinas y sobrinos, primos y primas mantenían, siguen manteniendo esa cualidad: cerreros. Nada que ver con la literatura cargada de pesimismo, y jíbaros ñagotados, dóciles que nos han vendido los literatos burgueses y arribistas del hispanismo boricua.

Cerreros. A los jíbaros, los León, Victoria, Mamâ, que eran directos y al grano los llamaban cerreros. Nos veíamos poco, pero yo desde pequeño la observaba, tan distinta a la otras primas y tan parecidas a la vez; disfrutaba de su alegría y carácter espontáneo, y como me encanta comer, del pernil, las viandas. Nunca dejó de asombrarme y elevar el ambiente, y así fue la última vez que la vi, durante un velorio de una pariente, quien murió, a causa de la falta de respiración, problemas pulmonares. El embalsamador dejó torcida la boca del cadáver y Victoria, con cara seria, entre sorprendida y disgusto, con la solemnidad que el velorio requería, persignó, oró en silencio, miró el ataúd y dijo: “Qué mal se ve!”.  

Tuesday, October 16, 2018

CRÍTICA A LA RAZON PURA DEPURADA

Que en la búsqueda de la justicia no caigamos en los estereotipos, ni seamos aprisionados por las defensas interiores, por los esquemas interpretativos anímicos, afectivos e intelectuales sin perder de vista la crítica a la razón pura depurada.

CARMINA BURANA IN ADJUNTAS AND THE COLLECTIVE SELF

When groups of people come together as a mass driven by a common position or value or sensation, or, maybe, a few values, a few positions, breaths, laughs or tears, the sense of a collective mood is felt, while each individual in the group never loses sense of the self. And that kind of commonality is best explained when viewing children in a classroom in the mountains of Puerto Rico listening to a chorus from Carmina Burana, and each of their unique facial gestures. . 
                  SEFIELANDIA
SELFIES ENTRE MESAS

Desde los tomados durante los años previos al Stone Wall, hasta los retratos más recientes, cubren la pared detrás de la cara arrugada, esculpida por los recovecos de la identidad: procedencia de clase, étnica, color de piel, acento, nivel educativo, libros leídos, deseos, cumpleaños, graduaciones, bodas, bautizos, fiestas patronales en caseta de fotógrafo ambulante-pre-celulares, antiguas, manchadas junto a selfies impresos en papel de cartas. Recogen cada eslabón, entre vidas; rellenan la memoria.

Los últimos, tomados en el bar El Patio de Lila, dirigen al observados hacia la gente sentada en las dos  mesas que están detrás del sujeto auto-retratado. Un hetero se acerca a una mesa, saluda, se vira y saluda a un grupo de gente que está a menos de tres pies de distancia, no los presenta. Se vira, va y viene entre las dos mesas y dice dos o tres bobadas: un tipo simpático en busca de un "ese tipo es bien chévere", solidario entre mesas.
SELFIES ARREBATADOS

Primer selfie. 1:00 p.m.: El conjunto formado por el encuentro de vientos y agua, en un continuo remolino, extiende sus extremidades por un enorme espacio, a la vez que baña el cristal de la ventana, el que sirve de marco y bordea la cara sudada, sonreída frente al dispositivo.

Segundo selfie. 8:00: Se acerca la hora de la llegada, y la espera obliga a probar hierbas enervantes, degustar vinos, aceitunas, galletas, sardinas, arenques y quesos, junto a los porros y sus atenuantes efectos.

Tercer selfie: 12:00 a.m.: Primera cita, dos caras arrebatadas, una mesa llena de sobras, botellas de vino y copas, papel bambú; triunfantes, los vientos y el flash también sonríen.


SELFIE DEL MOJÓN

Igualito al de las casetas de fotógrafo ambulante -de fiesta patronal en fiesta patronal, copia de los que ponen en las carreteras para indicar kilómetros,  el mojón color anaranjado estaba escrito en mayúsculas y negritas. Los mojones de fotos en cabinas de feria, pre-celulares, podían ser amarillos, azules, rojos, dependiendo el mensaje: TE QUIERO, A MI MADRE, PARA TI, SOY TUYO. Con la mano derecha agarrando el celular, grabó el reflejo (su propia imagen) en el espejo: un hombre cuyos ojos lucen asombrados, con un cuerpo recto, rígido, estirado, una cara seria, atemorizada, el pelo negro azabache planchado con brillantina, viste una camisa blanca almidonada, planchada a nivel de filo de navaja, y un cigarrillo que le cuelga del lado izquierdo de la boca. "NO ME OLVIDES": dice el mojón del selfie sobre el cual el sujeto descansa su mano izquierda.


SELFIE DE LA DESPEDIDA

Cuando se fue sin despedirse, un beso en el lado izquierdo del cuello y una salida apresurada, evitó la foto, el retrato donde en ese momento una vez más hubiese reafirmado su placer, una sonrisa, al estar juntos, de nuevo juntos.

El selfie sella el fin, el inesperado cierre de un ciclo que no tuvo ni grandes dificultades ni batallas y convenios de paz románticas. Una relación muy armoniosa, llena de comprensión y tolerancia; bordeaba en un control psicosocial, en un modelo de comportamiento algo parecido a los tipos conocidos como "pasivos-agresivos", tratando de proteger lo que nunca se solidificó.

El selfie muestra el asombro de una cara ante la partida súbita del otro, de quién se fue sin indicar que no había futuro, que la foto no iba a contar la historia completa, y mucho menos la de un hombre muy seguro con su vida, amante, trabajo, que no se daría cuenta hasta mucho tiempo después, que la foto es el pasado, un recuerdo de una despedida.


SELFIE DEL VELLO PÚBICO

En el arte del antiguo Egipto el vello púbico femenino era representado en forma de triángulos negros. Al David de Miguel Ángel le rasuraron parte de su vello púbico.  Francisco de Goya pinta y protege el vello púbico de su maja; y en El origen del mundo, Gustave Courbet  el vello de una mujer aparece en un primer plano. Ninguno recreó o registró su propio vello púbico.

Con los teléfonos inteligentes todo aquél que así lo desea puede retratar, representar los pendejos en sus distintos tiempos: de negros y voluminosos a -pendejos al fin- ese momento cuando, escasos y descoloridos, se cansan, pierden volumen, y empiezan a desaparecer. O, como en este caso, al ser afeitados para un selfie cuya fecha no puede ser fácilmente identificada logran con su ausencia un cambio de perspectiva: aumenta el tamaño del pene; y destapa el narcisismo del sujeto: si se gusta a sí mismo, le gustará al destinatario una foto sin pelos.


SELFIE DEL CLÓSET

Cada camisa, calzoncillo, pantalón, calcetín, zapato, pañuelo, suéter cuenta una historia, una en particular. Cada momento grabado recuerda, pregunta: "un suéter amarillo porque ibas a marchar, una marcha gay, prefieres no tener que ponerte un traje de etiqueta, y menos antes de caer la noche porque eso es gusto de mestizos arribistas, que te pones calzoncillos de pata desde que los testículos empezaron a caerse todo el tiempo y se salían por los lados de los jockeys, que te causan irritación, que  no importa si te excitas porque ya casi no encuentra oportunidades para que se pare”. El selfie del clóset recoge historias y el perfil de una cara "curada de espanto", madurada, tranquila y feliz, que observa su armario abierto, completamente abierto.


(Para más selfies, busque en este blog)

Sunday, October 14, 2018

RAÍCES GÍBARAS: DE TIERRAS DEL REALENGO A GUETOS URBANOS

Antes de la invasión de los EEUU y durante la colonia española, Puerto Rico era un país con una población mayoritariamente pobre, aunque auto suficiente y sustentable, que podía exportar productos agrícolas:  “Es la historia de las haciendas, estancias, la propiedad eclesiástica, de los hatos y el mundo de ‘los comunes; es decir, los montes y pastos de uso común, concesiones reales y tierras del Realengo. La actividad agrícola oscilaba entre la producción para mercados tan distantes como Hamburgo y Bremen, y una agricultura de subsistencia, montaraz, semi-nómada, como han señalado Godreau y Giusti.  Gente que inclusive se internaba en los hatos a sacar maderas, bejucos y la yuca de marunguey para subsistir./// La visión oficial era que estos, con la anuencia de los terratenientes y del Estado, habían promovido el mal uso de la tierra (González Mendoza)”. (Manuel Valdés Pizzini. “El valor del papel donde están inscritas: las áreas protegidas”. 80grados.net, 10/2018)  

La redistribución de tierras y privatización de las mismas, la inmigración de canarios, catalanes y corsos (de trescientos mil a principios de siglo a un millón hacia finales del s.19), impulsada por la Cédula de Gracia, el aumento de plantaciones de caña de azúcar, café y tabaco en las montañas cambió drásticamente a la fiel Provincia de Ultramar. Todo de frente a una potencia que quería poseer a la isla por su valor estratégico, y, luego, como centro comercial o banco o gueto urbano abandonada a su suerte.  

Por dentro, una transformación de la población y sus estructuras (es el siglo cuando empieza a coger forma una nueva puertorriqueñidad y muchas de sus instituciones); por fuera, las luchas geopolíticas tenían a las islas caribeñas en su radar, como parte de fichas de un juego político-militar. Con la llegada de inmigrantes españoles y europeos -por los privilegios que les otorgaba el ser blancos- podían entrar a familias criollas de las clases burguesas: comerciantes, militares, terratenientes y pequeños agricultores con vínculos familiares a las anteriores. Es en esa coyuntura histórica que nace, se conocen y casan mis abuelos don Santiago y doña Teresa. 

Él, un peón asalariado hijo de españoles. Ella, una criolla, hija de hacendados. Su boda fue hacia el 1897, y no tuvieron que probar su “limpieza de sangre”: primera hija, Mayito, nació mientras los estadounidenses invadían a Puerto Rico; la segunda -mi madre Lile- en el 1900, y a esas dos le siguieron Críspulo, Monserrat, Marta, Francisca, Cecilio, Zacarías.  La tierra que los sostuvo y emparentó no daba para todos, y agricultura no era foco ni prioridad en la discusión de los nuevos gobiernos estadounidenses y colonialistas que siguieron a la colonia española. Casi todos esos hijos, desplazados: de Jájome a los guetos de concreto, tanto en la isla como en el norte. La gran mayoría -como decía el refrán: “que el jíbaro es mala malla”- superó los golpes de la historia, convertidos en clases medias, comprobando que sus raíces estaban bien plantadas. 

Friday, October 12, 2018

ADIOS, MAMI

No me caía bien; me dio pena. “Adios mami”, fue lo que gritaron. Sí y me dio pena. Empatía, miedo, más que todo, con alguien que una media hora antes me trató con frialdad en el bar Atlantic. Yo lo había conocido en una comida y lo fui a saludar. Ese tipo de hombre gay que contesta “Ah, hola” cuando te los presentan, sin inmutarse, dan la vuelta, sonríen y siguen hablando con otros, puede llevar a uno a estar molesto por sentir vergüenza ajena, escalofríos al oír el gritito agudo, imitando a una voz partida: “Adios mami”. De lejos me vio mirando hacia su carro, tieso, después de oír la burla dirigida hacia él: “Adios mami”


Thursday, October 11, 2018

TEMBANDUMBA EN RINCANSINA (PATAKI'E)

El cadillo no paraba de enredarse en las patas de los cabros, los hería; desangraban. No había santo ni sahumerio que acabara con las agujas de la maldita semilla. Desde Rincansina hasta Cimarrona, cabro que por allí corriese, cabro que moría. Mayombe trató de cortar sus raíces y el cadillo volvía. Mayú trató de ayudarla, y nada. Fuego por todo el pastizal atrajo a los blanquitos del pueblo, molestos porque las cenizas ennegrecieron sus almidonadas camisas, faldas, guayaberas y sábanas. Echaron DDT o algo así que apestaba. Mayú y Mayombe sonrieron de lejos: sabían que al cadillo nadie ni nada lo mataba. Hasta que un día, Tembandumba, harta de las quejas de los duques de la mermelada y las señora emperifolladas, decidió bajar donde Mayú y Mayombe; poseerlas. Las jamaqueó un rato, tiró al piso a bailar culebras, sacó vómitos y espumas; confirmó su presencia. A Mayú y Mayombe no les gustaba mucho que Tembandumba bajara al plano terrenal -gracias a todos los santos, lo hacía pocas veces-; es que el despojo las dejaba de cama. Tres días más tarde, después del bembé y Tembandumba desaparecer de allí para luego, y que, aparecer por La Cócora y Jobos, fue cuando Mayú y Mayombe pudieron levantarse, para salir al monte; encontraron a los cabros caminando entre las traicioneras matas, evitando tocarlas, comiendo cadillos sin herir sus patas. Cuando los blanquitos de Guayama volvieron por Rincansina y Cimarrona, al ver los diestros cabros que ya no desangraban, decidieron regresar al pueblo a lavar y planchar sus propias ropas.

THE POLITICS OF WELFARE AND THE CLEANSING OF BLOOD AND SPIRIT

Identity politics is an abstraction; a white man benefitting from it, is not. Up to the last decades of Spanish colonization in Puerto Rico, in order to vote you had to be a white male (Criollos and Europeos). Later on, towards the end of the 19th century "negros libertos" and male pardos were allowed to vote if they were able to demonstrate that they and their ancestors -at least three generations- had stopped practicing non Christian rites. The same racial rule also applied to marriages. The sister of the "prócer" Betances had to go to the Tribunal to prove her "limpieza de sangre" (blood cleansing) in order to get married by the Church. Being a "mulata", according to the well documented and studied "sistema de castas latinoamericanas", placed her on a second tier category within the taxonomy that saw its genesis on the medieval church ideas (blacks and indigenous peoples as a different species); given "scientific" weight in the latter part of the 18th century by Johann Friedrich Blumenbach's theories on races: spirit and science together. 

Wednesday, October 10, 2018

MONTEVIDEO A PUNTA EN VOZ DE LA TELLADO: "BOLERO #27: SABORES

Rolando Laserie  -“Tanto tiempo disfrutando de este amor..”- a dúo -“Contigo aprendí”- en pleno romance, bailado en bar de puerto, una loseta, una “vereda tropical” por donde caminan los amantes, y el bolerista dejó -"sabor a mí"-. 

A ti, a ellos, a nosotros “que nos queremos tanto”, recogido durante la escritura con la lengua sobre la piel, marcada para siempre con las letras de aquel bolero, y en el cuerpo texto del amante saborea, explora obscuros espacios; "tanto tiempo disfrutando de este amor". 

Los movimientos ondulados de la cintura, las piernas, el pecho responden al frote de la lengua, en armonía con los dedos que pulsan cada punto y esquina del cuerpo. Pausa. 

Dedos flotan. regresan, auscultan, y entran muy dentro donde no llega la vista; salen y se mueven hasta la boca; comprueban las respuestas del paladar, y junto a la punta de la lengua siguen escribiendo sobre los cuerpos, y antes del éxtasis, delirio, acompañan a las pestañas que borran lo escrito sobre la piel canela. 

Cuerpo con cuerpo, alma con alma, en palabras y ritmos de Bobby Capó, quien deja atrás la tristeza cuando convierte el amor en bolero mambo. 

Un bolero rápido y lento a la vez que mueve los cuerpos en unísono, hace que la gloria seas tú, yo, ambos; y "si se queda el infinito sin estrellas o el mar pierde su inmensidad", no se interrumpe el amar sin limites, pues solo "importas tú, y tú, y nadie más que tú." 

Tuesday, October 9, 2018

SLUMMING Y LA BÚSQUEDA DEL RETRATO

Subir a Harlem. La Prohibición, los 30s. Speakeasy: jazz y bourbon en un entorno obscuro, un sótano en un barrio pobre, población negra, saxofones que lloran la noche, embrujan a los jóvenes blancos clases medias de downtown, atraídos por el misterio, el deseo estimulado por la sensación del peligro o de vivir una realidad paralela. Después de todo, el lunes hay que regresar al trabajo. 

Los hipsters de hoy reemplazan a las flappers y los dandies que en otras épocas ayudaron a cambiar la fisonomía del Chelsea londinense y el Village-Chelsea niuyorkino, Montmartre y luego Montparnasse, Soho y Loisaida, El Old San Juan, y Williamsburg, puesto en las palabras de una cliente de un restaurante común con decoración kitsch americana en el barrio de las Cortes en NYC, que ha sido secuestrado por los hipsters, cuya capital es Brooklyn, y su gusto por transgredir se aplica a todos estos movimientos anteriores de artistas, seguidores, aspirantes y arribistas: “Supongo que lo entiendo. Forlini’s es tan poco sofisticado que ahora se ha vuelto sofisticado para ellos”.  Lo pobre en estructura y estética, grotesco en imagen se hace motivo, deseo.

Pues claro que hay diferencias históricas y de enfoques entre estos movimientos poblacionales. Si Toulouse-Lautrec pintó el demimonde de Montmartre, el barrio que luego será convertido en parada y restaurantes para turistas, Tufiñó grabó los últimos años del Old San Juan proletario y ciudad de puerto, Basquiat derramó la sangre vertida por los desplazados en Loisaida, los hipsters han logrado revivir el retrato; son ellos los protagonistas: “Uno de esos lugares idóneos para una foto en Instagram. Realmente no se trata de la comida. Tiene que ver con verse cool sobre los sofás”.

Monday, October 8, 2018

PALIMPSESTOS SILENCIOSOS

Octavio Paz en el libro Sor Juana Inez de la Cruz o las trampas de la fe recorre las distintas capas que el lector encuentra en los textos escritos por la monja criolla en el Virreinato de Nueva España. Con esa intención presenta su estudio: revelar las muchas comprensiones que los textos de Sor Juana esconden; mostrar el palimpsesto interior del lector, el que rescribe sobre el suyo y sobre el texto de frente, otras y otras palabras, sin tener que escarbar en papiros, ni depender de la ayuda de aquellos grupos de lectores orales preimprenta, en conjunto, buscando la comprensión de las distintas ortografías o vocablos o fraseos o tonada o verdad o mentira; lo que sorprendió al obispo Ambrosio en el s.IV -dicho por San Agustín-,  citado por Alberto Manguel en su libro sobre la historia de la lectura: que uno podía leer en silencio. 

Sunday, October 7, 2018

APALABRANDO EL JARRO DE LA MEMORIA

“A mi abuela se le llenó la memoria, por eso se le olvida todo. Dijo el chico de cinco años para explicarme la situación. Vaya referencia a la que echó mano. Sorprende la manera en que algunos niños apalabran lo que ven y experimentan. Como si apalabrando —tarea triquiñosa— entendieran lo experimentado para luego explicarlo al otro.” (Josué Montijo: “Olvidos”, El Nuevo Día. 07/10/2018)

Apalabrando suena a enredar palabras, a decir un disparate o decir nada a lo Cantinflas diciendo mucho. Eso no es lo que hizo el chico de cinco años al que se refiere Montijo. Para nada, ese niño está muy centrado en lo que los bio-psicólogos evolucionistas como Jean Piaget (basados en las ideas kantianas sobre la percepcion y conceptualización de la realidad) llaman: ”etapa lógico-matemática’; lo que los lingüistas que estudian la adquisición, evolución y conocimientos sobre los idiomas encajarían dentro del estadio en el que se encuentra el hablante que requiere mentalmente, simbolizar, “contextualizar el significante”. Algo así, parecido a lo que dijo la niña caribeña en Washington Heights, NY, cuando oyó a la maestra española decir “azúcar”: “La maestra no sabe decir asúcar”.

“El conocimiento lógico-matemático es el que no existe por si mismo en la realidad (en los objetos). La fuente de este razonamiento está en el sujeto y éste la construye por abstracción reflexiva. De hecho se deriva de la coordinación de las acciones que realiza el sujeto con los objetos [y situaciones]. El conocimiento lógico-matemático ‘surge de una abstracción reflexiva’, ya que este conocimiento no es observable y es el niño quien lo construye en su mente a través de las relaciones”* con los fenómenos externos, internos, objetos, experiencias en su entorno. 

Niños que se enfadan con el padre ingenuo que después de leer un cuento sobre un oso vanidoso -El Oso Hermoso- los llama “hermosos” y ellos responden sorprendidos” “Yo no soy como ese oso” o mi anécdota favorita: la niña del campo argentino, quien para poder entender la nueva pronunciación de la /ll/ que la maestra enseñaba en la clase, distinguía entre la “gashina” viva en la finca y la “gallina” de la lámina que la maestra usaba para enseñar a hablar con “propiedad y dicción correcta”. 

La memoria de la abuela con alzheimer es un sitio como lo es la fuente de agua llana, que aunque tiene la misma cantidad que el jarro, para el sujeto que Piaget cita todo el tiempo y estudió por mucho tiempo, hay más agua en el jarro. Se llenó; se nos va llenando) el jarro de la memoria. 

*Sandy Santamaría: “Teorías de Piaget”. Monografias.com

Saturday, October 6, 2018

ESTUDIO DE UN GAY CUBANO EN SAN PATRICIO DE GUAYNABO: "ALBERTO EN CONTROL DE CLASES Y PLUMAS"

Alberto (no es su verdadero nombre; un derivado del mismo) llegó en el 1965 a Puerto Rico, y en el 1967 se mudó a Nueva York donde residió por más de treinta años, hasta que regresa de nuevo, jubilado, a vivir en San Patricio de Guaynabo, Puerto Rico. En Nueva York, cuando lo conocí en un bar gay underground (sin permiso estatal, en un sótano de un edificio de apartamentos en la calle 78 y la avenida Amsterdam que servía a homosexuales latinos, que de por sí, era un tipo de reunión considerada, para ese entonces, ilegal), trabajaba en lo mismo que hacía en Cuba, de tornero en un taller de hojalatería.  

Él y sus tres amigos cubanos -Nito que travestía de bailarina de flamenco, José vendedor de ropa usada, y César empleado de una fábrica, que se nombraba a sí mismo como la mulata de fuego- no representaban el tipo de cubano burgués del exilio. Nos hicimos amigos de fiestas y bares junto a otros jóvenes latinoamericanos. Lo que hace de este Alberto un caso interesante, es su cambio de comportamiento y la percepción de quién es él dentro de un modelo estratificado social y económicamente, una vez se muda a Puerto Rico. Ese cambió no ocurrió de repente; se fue gestando desde que conoció a su última pareja: Milton. 

La amistad y vida social con Alberto y su grupo duró unos dos años. Mi vida de estudiante graduado en Teachers College, trabajos en lo que fuese, miembro de los grupos Teatro de Orilla y Teatro Pobre de América y del colectivo que publicaba el folletín El Atrevido, además de que yo había salido del clóset, estaban algo opuestos a la vida de pareja que Alberto comenzó a tener con un puertorriqueño de pelo rizo, piel trigueña, alto, buen mozo, parlanchín, graduado de colegios privados -gustaba de decirlo y de nombrar a la gente que conocía en Puerto Rico, haciendo hincapié en los apellidos: que si “Julio el de los Arzuaga”, “Luis de los Bird”-, estudiante de doctorado en sociología, residiendo en una casa Tudor en un barrio de clases medias en Queens, con lámparas de lágrimas, alfombras persas, y muebles “faux vintage” bien aceitados. Mi vida era lo opuesto a lo que Alberto y Milton buscaban.

De vez en cuando nos enterábamos de lo que hacíamos por boca de terceras personas, sin mayor deseo de reunirnos, hasta cuando él regresa a Puerto Rico; y por asuntos de lo que no logra la historia, lo consigue una epidemia, un desastre: el Sida nos juntó de nuevo. La gravedad y muerte de un amigo en común nos volvió a poner de frente. Las diferencias que se fueron desarrollando y nos separaron, pasaron a un segundo plano. Suspendidas por un tiempo, desenterradas de nuevo después de los funerales. Nos despedimos sin decirlo en el emblemático bar Tía María en la avenida de Diego en Santurce, 
“Yo no vendría a este lugar” o algo así dijo esa última tarde, con un gesto de desprecio hacia los pocos gays y alguna que otra lesbiana, y las señoras y señores del vecindario, que a sabiendas de que es una bar predominante gay, van a tomarse un trago y ver las carreras de caballos que pasan en la tele -quizás el único bar gay con un televisor que presenta carreras de caballos-; y atrás un billar y una vellonera tocando discos de boleros, salsa, pop, que fuerzan a alguno que otro a cantar junto al disco que esta siendo tocado. Alberto ya no anda con gays clase obrera, ni con travestis vestidos con batas de colas y castañuelas, mucho menos, que lo vean con fuertes “mulatas de fuego”. 

Su vida en un condominio de clases medias y medias altas en San Patricio de Guaynabo, amistades gays puertorriqueñas con ínfulas de burgueses (blanquitos es como se los conoce en la isla), que por una extraña razón lo incluyen en sus círculos; algo que difícilmente harían con un equivalente puertorriqueño -un hojalatero-, sirve cómo material para entender las relaciones/intersecciones entre clase, percepción del yo, raza (Alberto tiene un marcado acento habanero, la piel bien blanca, pelo castaño rubio, ojos color amarillento del tipo que los sureños de los EEUU llaman “high yellow” para señalar que quien los tiene es un mulato que parece blanco; una foto de los padres de Alberto muestran a una madre bastante obscura de piel); estudiar los actitudes y comportamientos de los significativos otros, integración y segregación en distintos entornos; transformación -acorde distintas estructuras y procesos- de un obrero cubano exiliado, venido a pequeño burgués en San Patricio de Guaynabo. 


Friday, October 5, 2018

CCNY: IDENTIDADES

“Tú eres sólo la grave señora señorona; yo no,
yo soy la vida, la fuerza, la mujer.” (A Julia de Burgos: Julia de Burgos)

Identidades como abstracción y en virtud de la experiencias personales fueron exploradas por la clase -asociadas a lecturas por autores latinoamericanos- sirvieron para indagar en temas como la construcción cultural y económica de las mismas, sus consecuencias, llevando a una estudiante centroamericana a responder con una expresión de molestia, cuando le preguntaran si era miembro de la comunidad garífuna. 

Su algo desconcertada cara, su apretada sonrisa, “apretujados” los labios, delataban la misma incomodidad que la ex compañera profesora en City College demostró cuando preguntaron de dónde era, y dijo, ahogada en su propia voz:“Pititirican” (Puerto Rican). Un “piti” (puerto) que salía de la colonia. La joven dijo con firmeza: “Soy hondureña”. Para fines estadounidenses, se identificaba como “latina” u hondureña; no así cuando la identidad tenía que ver con los pueblos garífunas. 

A la muy incómoda joven, con sus impecables modales, se la puede comparar con otros en completa negación o distorsión o nacionalismos:  la prima consanguínea, españolizada, allá en el Jájome de siempre no pudo tolerar el que le señalaran su marca mongólica; el jabao dominicano que jura ser europeo y se rapa la cabeza para que el pelo grifo no revele sus otras herencias. 

Quizás porque se encontraba presente otra estudiante que cargaba con orgullo la herencia de tan admirable pueblo, quien dijo que ella era garífuna -descendientes de la mezcla entre cimarrones africanos y caribes, al que nunca los europeos pudieron esclavizar; y para evitar entrar en una guerra con ellos, lo único que pudieron hacer fue moverlos a las costas caribeñas de Centro América -, tuvo que reconocer su herencia; añadió que sí era garífuna hondureña. Los garífunas viven en otros países centroamericanos. Para sorpresa de muchos, pues aunque eran caribeños, deconconocían las historia de los garífunas; otras identidades coloniales y pos coloniales.

Quizás su nacionalismo era más importante que la fascinante historia de un pueblo con un tesón que merece el quitarse el sombrero ante su supervivencia, frente a tanta adversidad.

Quizás el racismo deja marcas que es preferible olvidar, negar.

Que es muy fácil ser soberano, aunque los que manejan y controlan la soberanía te maltraten y destruyan, que ser parte de algo que, a pesar de su condición actual, mantiene la frente en alto sin engañarse o despreciarse a sí mismo.

Quizás alguna realidad  es tan poderosa, tan visceral, que no haya poeta que pueda recrearla. 

Quizás la poesía no logra impactar o revolver la conciencia frente a una vida que de por sí es metáfora de la vida misma. 

La joven - al igual que muchos otros colonizados, escalafonados: la “pitirican”, el mulato dominicano, la mestiza jíbara en Jájome-  mostró vergüenza ante la pregunta, metaforizó sus muchas vidas, convirtió un realismo tan crudo en literatura.

Quizás no hay que entrar al espejo para subvertir la realidad y sugerir que la vida está al revés.

El espejo de Julia de Burgos nos mira. 


(del libro inédito, circulando por la red: SABER DE LETRA [TEORÍAS, MÉTODOS, EVIDENCIAS] 2017)