Querer estar en un hotel de Cancún no es lo mismo que estarlo, tirado en una silla de playa, junto a la piscina, mirada hacia el mar, con una margarita en la mano, encantado de la vida, semblante de hombre de mundo, chispa en la pupilas, y al verla pasar, susurrar un piropo a tan bellas curvas feneminas, y luego, después de que se fije en mí, decirle: "Hola, que tal".
Divina, diría la Luchi.
La Luchi es una de mis mejores amig@s. Es un hombre gay; ¿y qué, si le queremos decir La Luchi? ¿A qué se oponen? ¿Al uso de un término femenino para referirse a un hombre? ¿Y qué? ¿No eran feministas? Se parecen a mis amigos izquierdistas que se burlan de los negros, e imitan sus acentos.
Contradictorios, dirían La Luchi.
Querer estar en Cancún y pretender que eres heterosexual, no es lo mismo que serlo, sonriendo levemente, formando un círculo medio apretado con tus libidinosos labios, guiñando suavemente un ojo, y después de alzar la copa de vino y atraerle con una sonrisa, decirle, me encantan tus pulseras.
Atrevida, diría La Luchi.
La luchi ensalza con sus adjetivos, eleva con sus halagos, sostiene emocionalmente con su apoyo, descubre en el otro cualidades que el otro, valga la redundancia, no reconoce. ¿A qué le tienen miedo? ¿A la libertad de ser? ¿Al sueño?
Reprimidas, diría La Luchi.
Friday, October 16, 2009
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