Quien último te acompaña durante la tercera edad es tu salud, tus ritmos vitales, tus manías de viejo, y los consejos de los más jóvenes. Y te preguntas, y entonces, qué hago para continuar la vida estructurada para los que vienen; no para los que nos vamos.
Dormir como un bebé no se aplica a los sesentones. Me quedé dormido a las ocho de la noche. Las noticias se repiten y las catástrofes colectivas no comparan con las personales. No peques de malagradecido, me digo. Desperté a las 11:00, el televisor seguía mostrando el fin del mundo – eso me dijo un pentecostal; y cuando le pregunté, cuándo comenzó ese fin, me miró muy mal. Apagué el televisor, la tecnología me arregla los huesos y me despierta todas las noches, me dormí de nuevo para ser despertado por la próstata – i guess so, activada por una buena cerveza alemana. Los alemanes me persiguen. Me duermo de nuevo; despierto de nuevo a las 4:00 am. Me levanté.
"Y entonces", nos dice el hermoso bolero de Sylvia Rexach, donde la sentencia es a la misma vez pregunta e imperativa' conjunción o adverbio o simplemente pausa estilística; decidí seguir el día.
"Y entonces....", pausa, para luego seguir con la canción, sirve de fuente del conocer revelado, ausencia del dato organizado o sistémico en su naturaleza. Naturaleza y sistema se contradicen, siempre viven como hermanas “jamonas” (palabra boricua que significa solteronas), pegadas la una a la otra.
No salga de noche, don Gerardo, me aconsejan mis amigos más jóvenes. Les hago caso y me quedo dormido a las ocho. Y entonces……
Saturday, June 18, 2011
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