Hoy recibí un chiste donde se tilda a los boricuas de pendejos, de parte de alguien que pertenece a dos comunidades, su procedencia étnica y su orientación sexual, continuamente vilipendiadas y usadas como motivo de burlas. Este chiste, obviamente al remitente no le importó como estaba mi estado de ánimo, me sirvió para reflexionar sobre aquellos escritos donde exploro la condición humana a través de anécdotas, situaciones y personajes; y que espero sirvan, por un lado, para iluminar el cómo nos relacionamos unos con otros, y, por otro, las limitaciones y formas del ver el mundo y las dobles varas que se usan para evaluar al otro, al significativo otro. Jamás deseo reducir el ser humano, a ninguno, a categorías simplistas, atomistas, y cargadas de desprecio.
Hay una enorme diferencia entre el chiste fácil que repite sin ni ton los prejuicios sobre los grupos al margen de los círculos en el poder, y el análisis de dinámicas que reflejan esos prejuicios y, hasta cierto punto, lo que le dijo Susanita a Mafalda, “que atrasado está el progreso.”
Por último, el chiste me sirvió para sentirme tan orgulloso de mi familia, ese montón de jibaros de Jájome que a pulmón se levantaron, criaron sus hijos, trabajaron de sol a sol, como agregados en las fincas del PR de los treinta y los cuarenta, picaron caña, vendieron carbón, plancharon ropa, ayudaron a otros a levantarse, a enfrentarse a la vida, a no temerle, etc.etc.
Y no confundamos el respeto o el ser huraño que tanto caracterizaba a los jibaros con el ser pendejo; ni tampoco confundamos la compleja situación colonial de PR o neo-colonial de Latino América con las capacidades y talentos de los pueblos.
(No se preocupen, no voy a delatar al profesor de CUNY que me envió el chiste porque entonces sí es que le “van a caer chinches”)
Wednesday, March 7, 2012
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