Aquellos
versos honrando la grandeza del pueblo brujo, “… la augusta, la bella matrona, la que un
monte tiene por corona, y un cañaveral de sandalia al pie” se oían tanto o más
que cualquier canción de moda. El Guayama de los Palés Matos, de cañaverales, y casas
augustas, lo recoge y describe el poema de don Vicente. El Guayama de hoy, con sus muy caricaturescos políticos,
sus cepillados y blanqueados duques de la mermelada, lo describe otro que otro
“caderamen masa con masa”.
Desde el
tope de la loma del viento se pueden ver las dimensiones armoniosas del que una vez fue un muy bien planificado pueblo, defendido por los antiguos ilustres
guayameses, y pos sus representantes municipales. Existía una ordenanza que prohibía
que cualquier edificio fuese más alto que la iglesia. Para aquel entonces, algo
de buen gusto quedaba. Algo que la codicia, la mediocridad y la mala planificación
desplazaron. Las consecuencias se notan por todos lados.El pueblo deja de ser el pueblo de elegantes casas y hermosos balcones criollos, para darle paso a casas de corte “Southern plantation wannabe”. No solo cambian los gustos arquitectónicos, el que una vez fue el pueblo de los brujos - ¡que los pueblerinos de antes apreciaban el buen teatro folklórico!, y sabían a que se refería la hoy muy despreciada ‘brujería” de la ciudad – se convierte, por designación de una muy sabia alcaldesa, con su poder divino, en el pueblo de dios.
Y para que estos
cambios no dejen de perder el contacto del “caderamen masa con masa”, ni la
continuidad de las relaciones entre los grupos de cada barrio y sus gentes, hoy,
los descendientes de los que una vez fueron excluidos de ciertos clubes y casas (los
molletos, jinchos del cerro, los hijos de los jíbaros y otro que otro duque de
la mermelada) son los que en estos momentos discriminan contra el mundo de
donde ellos vinieron. Desde las nuevas Tembandumbas
hasta los perfumados y enjoyados duques,
junto a otros cocolos, en honor al Luis
de los Palés Matos, por Guayama y sus calles antillanas sigue todo un mejunje “que
el Congo cuaja”.
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