“¿Cuántas veces he sido testigo de la chispeante felicidad que en tantos despierta un ‘tú no pareces puertorriqueño’? En otras palabras, no parezco pobre, paso por blanco y puedo transmutarme en el objeto de mi deseo. ¿Cuántos conciudadanos, luego de vivir en el extranjero, se enorgullecen de haber sustituido su acento por otro? ¿Cuántos confiesan con una satisfacción pícara que no leen, escuchan o ven nada puertorriqueño? (Eduardo Lalo: “El final de la historia”, El Nuevo Día, 12/17/2018)
Aunque Eduardo Lalo otorga esa necesidad de ser otro -que tanto aqueja a muchos- a los puertorriqueños, esa patología psico-social afecta a otros grupos, otros pueblos; y en muchos casos se manifiesta en distintas capas en una sola persona. Los hombres y mujeres negras, trigueñitas, indiecitas que blanquean su cutis, estiran su pelo y hablan con el acento y tono nasal de mujeres burguesas blancas puertorriqueñas o de hombres con poder sobre los más pobres, los menos cultos, no sólo preferirían que los identificaran con otro país (“tú no pareces puertorriqueño), también piensan que hablar inglés, aunque no tengas mucho que decir en ese u otro idioma, les da status sobre los que no lo hablan (qué mucho joven es matriculado en colegios privados chipichape en Puerto Rico sólo porque allí va a aprender inglés, para una vez graduado, terminar limpiando pisos en Disney), quieren desaparecer su herencia africana, mestiza, su historia personal y de familia; desean ser vistos como que proceden de otras clases sociales, otras razas. Los otros se convierten en su disfraz, los decoran. Frente a esos trastornos de personalidad y sociedad, o los observas y callas o escribes sobre los mismos como han hecho tantos autores, científicos sociales, psiquiatras. Por supuesto, aquellos que delatan esos trastornos tendrán que luchar contras las personalidades que los sufren. En City College tuve que enfrentar muchos estudiantes que presentaban síntomas de esa patología psico-social, pero como era uno de los temas que cubría en mis clases, estaban obligados a leer sobre la misma. Desafortunadamente, la mayor parte de la población ni se entera, ni quiere. No es fácil reflexionar sobre uno mismo y derrumbar los cómodos esquemas interiores que controlan el cómo somos y quisiéramos ser.