Wednesday, April 9, 2014

Juana Gallo en Rio Piedras, 1965

“Entre ruidos de cañones y metrallas
Surgió una historia popular
De una joven que apodaban Juana Gallo
Por ser valiente a no dudar”
                                            (Lucha Moreno)

En una toma donde el camarógrafo Gabriel Figueroa muestra montañas de fondo, terrenos inhóspitos, cruces sobre tumbas, unas mujeres vestidas de negro, sus cabezas cubiertas con rebosos, hombres vestidos de blanco con enormes sombreros en las manos, calcados de los muralistas mexicanos, junto a, en papel protagónico, la mítica Juana Gallo, representada por la María Félix, quien le dice a un sacerdote, “Rece también por la mía, Juana Gallo ya aprendió a matar”.

Corte, próxima escena, en close up, con la cara maquillada para una portada de Vogue y no para una revolucionaria en medio de una guerra, la Juana, con rifle al hombro, dispara a las fuerzas federales, defendiendo la revolución mexicana.

María Félix, una vez más, hace el papel de María Félix, la ceja siempre arqueada, y el resto de la historia no hay que contarla. Un clásico es un clásico y su relato debe dejarse para un domingo por la tarde cuando se puede disfrutar de tan grande mentira sin tener que preocuparse por el hecho de que la tal Juana Gallo nunca peleó en batalla alguna.

Enrique Arrieta Silva, “Juana Gallo o una gran mentira del cine mexicano” (El Siglo de Durango, 23/01/2007), sostiene que,

“Ángela Ramos, alias "Juana Gallo", fue un personaje real de la ciudad de Zacatecas, que nada tuvo que ver con la Revolución Mexicana, sino antes a la contra. Me explicaré…. Ángela Ramos Aguilar, que así se llamaba la supuesta heroína revolucionaria de la película de marras, nace en la ciudad de Zacatecas, el 1°. de octubre de 1876, en la calle de Los Pachones, en el barrio pobre del Templo de Nuestro Padre Jesús, según el escritor zacatecano Ignacio Flores Muro, autor del libro La verdadera Juana Gallo, impreso en Zacatecas en el año de 1979, con un tiro de 4,000 ejemplares,…. Ángela Ramos Aguilar debe más su fama a su mote, que a sus hechos. Fue en los tiempos de su educación primaria cuando el cura don José Eugenio Narváez la bautizó con el mote de Juana Gallo,…. y dio lugar a una de las más grandes mentiras y farsas del cine mexicano,… La vida de Ángela Ramos Aguilar está caracterizada por la bebida, por las parrandas, por la defensa de los curas frente a los revolucionarios y por vender en una canasta tacos en las cantinas, lo que le servía para dispararse con los regocijados parroquianos dimes y diretes de palabras fuertes y de alto calibre.”

Si fue o no fue, ¡a saber!, no importa, después de todo, al igual que las hadas madrinas, es el arquetipo el que moldea las ideas, la conciencia; y el papel de la María Félix, mujer liberada, en control de su vida, dirigiendo batallones, es lo que llega más allá de los datos históricos.

El cine, al igual que la ficción, no es un tratado científico. La Juana Gallo, película filmada a principios de los sesenta, fue parte de un fenómeno que sienta las bases para lo que viene mas tarde: otras Juanas Gallo, incluyendo al joven estudiante de la Universidad de Puerto Rico.

La Juana Gallo de la UPR, un espigado y guapo joven que estudiaba letras hispánicas, procedía de uno de los pueblos que bordea el área metropolitana de San Juan, y en oposición a los que veníamos de los campos y pueblos del centro de la isla, conocía como se “movían los bolos” en la ciudad capital, en particular dentro de la vida gay y sus sub-clases.

Atrevido, desafiante, brillante, no se dejaba impresionar ni  por los profesores ni por los grupitos de gay elites, muchachos graduados de colegios privados, los llamados “blanquitos” y sus secuaces, que controlaban el “who’s  who” en la UPR de aquella época.

Para los obedientes y respetuosos, sumisos, muchachos del campo, ver a Juan (su nombre de pila y de ahí el mote de Juana Gallo) en acción era una lección de superación, de atreverse a enfrentar los mores y protocolos que regían el cómo uno se comportaba frente a quien fuese. Y frente a aquellos muy cultos y elegantes gays, profesores y sus clanes de selectos estudiantes, Juan era una fuerza liberadora.

Dos décadas más tarde, los ochenta, la vida gay toma otro giro. La realidad concreta, desestabilizadora de la plaga obligó a muchos a cuestionar el mundo lúdico, hedonista, presunciones de procedencia de clase o etnia o raza, discotecas, sexo por la libre que vivía la sub-cultura gay durante la década anterior.

De una cómoda y supuesta liberada vida nos tuvimos que mover a “ponerse las pilas”, reflexionar sobre la condición homosexual y la relación de sus luchas con las luchas más allá de aquellos concéntricos entornos; transformación que había empezado dos décadas antes con las Juanas Gallo del mundo. Una, ficción; otra, realidad concreta.





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