Wednesday, April 9, 2014

La Placita de Santurce

No, no es una plaza común y corriente, es una majestuosa plaza de mercado en un edificio diseñado y construido por la Eiffel Compagnie. Oui, la misma que construyó la torre en Paris. No, no es prima mía. Yo soy Torres y ella es La Torre, sin la ese. 

Majestuoso edificio el de La Placita. Tiene por detrás una plazolette. Sí, plazolette de pequeña plaza, pero derivado gay, como lesbianette de lesbiana, fashionette de fashionista y leaderette de locas que se visten con ropas de cueros. Por el Chelsea en Nueva York hay mishones (es que lo pronuncio con acento porteño) y mishones de leaderettes.

Plazolette porque no es una plaza separada. Es una pequeña plazoleta pegada a la gran (no es muy grande pero es grandiosa) Plaza de Mercado de Santurce, cuyo centro no es una fuente de Bernini. Son unas esculturas que representan unos aguacates. ¿El escultor? Las conocen como los Aguacates de Sila, por el nombre de la alcaldesa que las comisionó. 

No son aguacates hass, son aguacates de los otros, los grandotes. La masa de los Hass recuerda a una plasta de sebo. Hass es el nombre común del fruto de Persea americana a partir de una semilla de raza guatemalteca en un huerto de Rudolph Gay Hass en la Habra, California en el 1926, patentada en 1935 e introducida globalmente en el mercado en 1960. El otro, el fuerte, es más tradicional, más suave y, ¡uuummm!, mantequilloso. Nada como uno de esos aguacates para embarrar un buen bollo de pan de agua puertorro.

Santurce, su Placita, microcosmos del Caribe: placeros dominicanos, colombianos, cubanos, panameños, españoles, y hasta un árabe de apellido Fouad, al que los boricuas le llaman Fua. Y, por supuesto, placeros jibaros, de esos que la mancha de plátano los delata en cualquier liga. 

¿Al árabe? Si, Fua. Así mismo, Fua. Como la expresión que se usa aquí para referirse a algo que pasa bien rápido. Fua, “a las millas de chaflán”, No sé quien era chaflán ni de qué país árabe es Fouad. 

Eso sí, los aguacates los ordenó Sila, y La Placita, en mayúscula, es de todos nosotros, incluyendo al joven maestro (me dijo que era maestro de día y otras cosas por las noches) que todas las tardes, después de quitarse la ropa de docente serio y responsable, se pone unos shorts bien pegaditos, unas gafas enormes y un suéter ajustadito. Va de docente a provocador. 

Es que en La Placita, además de los aguacates, Fouad y los otros placeros, se encuentra una variedad de gente que incluye al maestro con sus pantalones pegaditos, los comelones en las fondas de comidas criollas, la "chicquería" de San Juan, figureando, deseosos de ser retratados, los billeteros, y por último los muy vividores blogueros que andan buscando conversación e historias para ser contadas; quizás, transformadas. A mí no me culpen. 

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