Friday, August 19, 2011

Sobre mi novela, Radio Transistor (Terranova, San Juan Puerto Rico, in press)

Hace cuarenta años comencé a escribir los relatos que conforman las partes de esa novela que parece que Juracán (Dios del mal en la mitología Taína) o los muy siniestros miembros del mundo editorial en PR no quierene que vea la luz del sol. Hasta mediados de los setenta, no pensaba escribir una novela, solo escribía y guardaba lo escrito. A finales de los setenta decidí que se podían organizar en una novela y comencé el proceso que luego sería interrumpido por una serie de eventos que dispararon mi temor, activaron mis miedos.

El primero ocurrió durante la serie de asesinatos de hombres gays en San Juan a finales de los setenta. Uno de los temas de mi novela gira en torno a una serie de asesinatos de hombres gay en San Juan, y como ya estaba escribiendo y organizando los asuntos y personajes, me asusté en ese momento y paré de escribir. La guardé y no pude tocarla de nuevo hasta mediados de los ochenta.

Para principios de los ochenta volví donde ella, paré de nuevo porque uno de los personajes, elaborado mucho antes, y quien muere, estaba basado en un amigo que adquiere la enfermedad del siglo, SIDA. Ya había enterrado unos cuantos y no podía jugar con la literatura cuando la realidad era tan cruel. Volvió el miedo.

Junto a estas accidentales circunstancias, se encuentra la relación entre el carácter siniestro y detectivesco de la trama y el hecho de que durante esa década el aparato de seguridad de los EEUU estaba persiguiendo tenazmente a los independentistas puertorriqueños, y si uno bordea la comunidad intelectual o académica puertorriqueña, las posibilidades de que conozca un independentista no son nada de remotas.

Pasaron los noventa, no la toqué hasta principios del nuevo milenio, temía que si volvía donde ella me iba a enfrentar a otra nada agradable correlación accidental. Me envalentoné, la desempolvé, escribí de nuevo y completé su vida. Desde hace unos años espero que la imprimen, la publiquen. Ha sido un proceso incómodo, doloroso, y en cierta medida, vergonzoso. Le dice uno con orgullo y vanidad a sus más cercanas amistades, “me van a publicar la novela”, y la publicación nunca llega. Te preguntan una vez más, ¿Cuándo sale la novela?, y prefieres justificar lo difícil que es publicar, antes de tener que decir, que no sabes qué es lo que pasa con la misma.

Para un jibaro (nada de diminutivos conmigo) que junto a su familia tuvo que dejar el campo y migrar hacia los cañaverales, el único de su familia que pudo estudiar en la universidad, pensar que podía llegar a publicar una novela era más que una tarea, un sueño, una fantasía hecha realidad. Una vez más las fantasías salen caras, pero gracias a las décimas de ese otro jibaro, Luis Llorens Torres, esa realidad puede ser entendida y puesta en su justa perspectiva:

"Llegó un jíbaro a San Juan
y unos cuantos piti yanquis
lo atajaron en un parque
queriéndolo conquistar
le hablaron del Tío Sam
de Wilson, de Mister Root,
de New York, de Sandy Hook,
de la libertad del voto,
del dólar, del Habeas Corpus,
y el jíbaro dijo: ¡Mnjú!"

[Décima de Luis Llorens Torres)

¡Qué mucho “mju” hemos tenido que decir!

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