Tuesday, August 9, 2011

Telenovelas - Un capítulo más

Las carcajadas del protagonista en vivo llevan a la madre a, "¡Que horitas para estar llamando por teléfono!", correr desde la cocina, medio ahogada, a subir el volumen del televisor que anuncia la novela de las seis, con el reparto estelar de la primerísima actriz y el altamente cotizado actor, traídos hasta sus salas por una casa de eterna belleza, delicadamente vendida por la última miss algo, cuyo lozano rostro en la pantalla de 17 pulgadas es lentamente reemplazado por un cara que respira profundamente, rabio afectada, con música clásico-europea de fondo a la que se le sobre impone el chillido estridente de unas llantas de auto; súbitamente frenan, seguidas de un silencio sepulcral. En la pantalla, una toma nebulosa de una cara se aclara lentamente para presentar a la otra protagonista: María Elena. Frente a televisor: madre e hijo.

María Elena, al terminar de exhalar por tercera vez, acompañada por el motor del carro, y en el preciso momento en que se apaga, es presentada de cuerpo entero, con una escenografía de fondo que incluye un enorme dormitorio, cortinas vienesas, cama de pilares, un tocador repleto de los productos que auspician la telenovela, y un espejo donde el cuerpo de María Elena se aleja, se vuelve borroso, para luego la imagen aclararse y presentar la figura de Juan Carlos, quien abre la puerta, en plan de guerra. De nuevo, la cara de María Elena aparece en el espejo. Primero, de cuerpo entero, luego su cara, sus manos, la enorme sala es filmada al compás de sus tacos, sonido que se repite y la llevan por la palaciega casa; se da una vuelta y se aleja a paso firme y ligero, mostrando su curvilínea y enlapada figura a través de un ceñido traje. Camina hacia la puerta que se encuentra en el fondo de la habitación. Se para. Mira llena de soberbia y venganza al rojamente enfurecido Juan Carlos. Le pasa por el lado. Abre la puerta. La tira. Desaparece.

"El pos-modernismo, lo homoerótico y la poesía de Villanueva...." sostiene con formeza de aprendiz a intelectual el protagonista en vivo, mientras la madre se levanta de la butaca, protesta, “¡Qué mucho anuncio!", y en camino a la cocina, "Yo no sé porque tiene que decir pos, si no es mexicano, desde que se fue a estudiar…. Yo como nunca he estado muy de acuerdo con lo moderno..."

"Mamá, la novela".

Al María Elena tirar la puerta, aparece una toma del rojamente enfurecido rostro de Juan Carlos. Se queda solo en el dormitorio. Se aleja del espejo. Se pasea por la habitación. Busca en las almohadas, en el ropero. Se llega hasta un escritorio. Estira una de las acicaladas y viriles manos. Abre una gaveta y dice, "Maldita me las va a pagar". Acompañado por el suave sonido de un tambor, le sobre-imponen otra mano más delicada. Desaparece la mano de Juan Carlos, y sale la mano de Marco Aurelio, nerviosamente abriendo la puerta de la sala. No termina de abrirla; María Elena lo reemplaza, paseándose por la sala. Cuando termina de pasear se llega hasta la puerta y la abre. Se encuentran los dos personajes, cara a cara.

"Marco Aurelio, que bueno que viniste", exclama María Elena al son de la misma música que levanta a la madre de su mecedora, y que también acompaña el "no se pierda el especial de las tiendas Marjorie. Sus auspiciadores de su novela favorita...".

"Que bueno que viniste", dice María Elena .

"Tatatataaaa", tararea el protagonista en vivo..

"Ni la novela puede uno ver tranquila", refunfuña la madre.

"¿Dónde está Juan Carlos?", lleno de malicia pregunta Marco Aurelio.

"Entra al cuarto, so idiota", ordena la madre.

"Entra, entra", se burla el muy partido protagonista en vivo.

"¿Tú no estabas hablando por teléfono?", disgustada, la madre.

"Vámonos al club.", responde María Elena, "prefiero estar a solas contigo."

La madre la desenmascara, “Esa mujercita es bien mentirosa."

"Es malvada", vuelve y se parte el protagonista en vivo.

"Sabes a quien te pareces, deja de estar jugando conmigo que yo no soy una nena, y no creas que soy una boba", en camino a la cocina a bajar el fuego de las ollas, la madre, musicalizada por la canción que indica una pausa y la desaparición de los rostros de Marco Aurelio y María Elena, "...avísame cuando se acaben los anuncios. Cuando Marco Aurelio se entere de lo sinvergüenza que es, porque mira que es mala y lo hipócrita, la cara que puso cuando llegó el otro. ¿Qué es eso? ¿El teléfono de nuevo?".

"Es para mí."

"En vez de venirse a comer."

"Mamá, la novela".

"Ni la novela puede uno ver tranquila. Baja la voz o que te llamen después."

"Es que es de larga distancia. Cuando Zefirelli dirigió a la Callas...

Con semblante y mirada triste susurra María Elena, "Vamónos al club, prefiero estar a solas contigo.... Necesito hablar."

"¿Por qué no podemos hablar aquí? ¿Es qué acaso...", suplica Marco Aurelio, "no puedo entrar a tu casa?"

Y ella contesta un muy mimado, "Necesito despejar la mente y he pasado el día encerrada."

"!¿Hablar?! !¿Encerrada?!

“Malvada.”, partido.

"Vete a tu cuarto a hablar por teléfono.", con cata de disgusto, la madre. "El idiota este en vez de entrar. Por eso Juan Carlos que ya no le cree ni los Ave María."

La cara de resignación de Marco Aurelio es interrumpida por la de Juan Carlos, medio cuerpo, cuerpo entero furiosamente desconcertado, sus manos rápidamente abriendo gavetas, y unos toques de tambores en crescendo que paran cuando abre una gaveta y encuentra...

"Los muebles que usted necesita se los tiene Marjorie, cerca de usted.”

"Condena'o anuncio."

"Las tiendas que auspician su novela preferida. Donde usted encuentra estilos para todos los gustos. French Renaissance, Italian Provincial, Neo Criollo; sí, en Marjorie, a través de toda la isla."

Después de Juan Carlos haber dicho, "¡Maldita, me las va pagar!", y María Elena abandonar el dormitorio, pasearse por la sala verde chatré, quedar inerte frente a la puerta de la sala, oir el motor del carro para luego decirle a Marco Aurelio, "Que bueno que viniste", con excelente coordinación sonora provista por el motor del carro, mezclado con unos de los repetitivos patrones musicales de Philip Glass, la madre emitió un, "Ahora sí que se va a poner buena".

"Y así termina un capítulo más de la telenovela de las seis. No se pierda, a continuación..."

En camino a la cocina, “¿Por qué no se viene a comer y se deja de changuerías. ¡Cómo si uno viviese en una novela y no se diese cuenta de la vidita que lleva!”

"Cuando Zefirelli dirigió la Callas, las paredes de la Opera de Paris clamaban por los…”

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