Monday, June 13, 2016

ORLANDO, CUANDO ESTUVE TAMBIÉN CON USTEDES

Diagramado el plan del sábado: primero comíamos temprano, tomábamos una siesta, un obligado beauty rest. Bailabamos, toda la noche. Bailábamos, nos reíamos, imitábamos a las "celebrities", nos burlábamos de los "celebrities", nos incluíamos en nuestras llenas de vida vida.

De pronto, los tiros matan la juventud recordada en una foto, una anécdota, un paso de baile; la vivida cuatro o cinco décadas atrás, aquella cuatro o cinco generaciones más vieja, la que maduró después del Stonewall, que desarrolló callos y se marcó con cicatrices cuando tuvo que volver a crecer con el Sida. Creció.

Ustedes no. Los mataron. Tantos. Entre ustedes estaban los chicos que habían llegado de Puerto Rico no hace mucho, montaron una peluquería, "echaron pa'lante", y en medio del bar, del baile que los relajaba, divertía y premiaba por haber "echado pa'lante, los mataron.

Después de haber sido vestidos por el del grupo que estaba en el mundo de la moda, peinado por los que gustaban de la peluquería, suspirado porque deseábamos ver al que, pues claro, ¡uy!, deseábamos, educados por el que estudiaba letras y escribía poesías, cargados de galería en galería por el que pintaba, esculpía, y ayudado con lo mecánico por el que nos resolvía el asunto de los equipos o nos mejoraba los enchufes, todos con ustedes también han muerto. Algo ha muerto.

22, 23, 24, 25 años, otros menos jóvenes, igual de llenos de vida, los mataron.

Alguien gritó "maricas", buscó pelea. No hicimos caso, compramos pan, Ariel preparó los huevos, Alfredo los bloody marys, Gary puso música suave, Miguel ordenó el ambiente, brunch después de Flamingo o Twelve West o el Limlight, y ustedes no pudieron ir porque, sí, los mataron.

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