En algunos de los bares de la Sainte Catherine estos asuntos no importan. En dichos bares se reúnen hombres mayorcitos para bailar, en parejas o por su cuenta. En pareja, la panza los obliga a bailar sin tocarse los cachetes. Las panzas no permiten el entrar en juegos románticos mientras bailan un foxtrot, una mazurca, un rock light o una balada.
Las panzas de los tea dancers de la tercera edad en la Sainte Catherine reinterpretan, redefinen el por qué se baila en pareja. Quién guía a quien no está claro. En medio de una pieza, un baile, cambian de papel; ahora uno, luego el otro. Aquel pone ahora su brazo sobre el hombro del otro; luego, lo pone por la espalda. A estos bailarines madurados al ritmo del Stone Wall, la panza y la edad le dan una libertad que despierta la envidia del cualquier viejo reprimido.
Bailan, conversan en francés o en franglés, o simplelente no hablan, y mueven sus añejados cuerpos al ritmo de lo que sea. Mientras tanto, un flirteo de cuando en vez o de vez en cuando no viene mal. Que si aparece un nuevo "parejo" para ir más allá de la sala de baile, pues a juntar las nuevas panzas y a seguir bailando.
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