El anfitrión quebequés estaba inquieto. Había invitado a unos amigos latinoamericanos gays a cenar, y éstos, a su vez, invitaron a otros más a la cena. Tuvo que multiplicar los panes sin los dones milagrosos de Jesús. Fraccionó las viandas y disminuyó porciones. Los invitados y sus invitados se dieron cuenta de que la aparición de los comensales no esperados le causó al anfitrión cierto grado de disgusto e incredulidad. Como respuesta, los invitados no se excusaron, sino que medio cuestionaron los valores de la sociedad anfitriona y lo chocante que les parecía, pues, según ellos, el llevar invitados-no-invitados a una cena es algo muy de su país, y a nadie le parece que esté mal. El anfitrión los oyó, pero no entendió las diferencias culturales que los inmigrantes gays latinoamericanos trajeron a su mesa.
Thursday, August 31, 2017
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