El muy neoyorkino, todavía dando que leer, fusionado periódico El Diario-Ls Prensa publicó hace un montón de décadas una columna por un hoy fallecido periodista cubano, sobre el comportamiento poco solidario de muchos que actuaban de tal o cual manera “porque les daba la gana”. Ni más ni menos. Que sí, que lo han oído antes, padres de adolescentes y adultos conchudos, que hacen lo que hacen “porque les da la gana”. Mas plantarle una cualidad de corte absoluto a un país completo o a un grupo étnico o racial -o al que sea- es más difícil; y aquella columna lo hacía con un grupo en particular, allá y acá.
El “porque me da gana” y lo fluido que puede ser el moverse entre otras dos cualidades muy generalizadas y ligadas al principio que rige el “darse la gana” (el “respeto” y el “relajo”) puede llevar a los ciudadanos a no ser muy cívicos. En la calle Canals de Santurce hay un bar que está fuera de lugar, desde todas las perspectivas posibles -clientela, tipo de música, volumen del sonido hasta las seis de la mañana que se oye por todo el vecindario, jóvenes gritones, meones en público-; desentona con el ambiente de cafetín y fondas del barrio de La Placita. Un bar que usa la calle como su sala-discoteca y como si fuese propiedad privada, que no existe por el asunto de la ley o compromiso con la vida en comunidad, sino porque a alguien “le da la gana”.
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