El mar, a lo lejos, desde el balcón del apartamento lucía tranquilo; los rayos del sol matutino jugaban al escondite con las sombras que las nubes formaban sobre el inmenso Atlántico. Una tranquila mañana, por fuera. Por dentro, en mis entrañas, mi alma o el espíritu o mi estado emocional o mi historia se consumían. Como la opción de tomar calmantes o beber licor o anestesiarme con drogas no estaba entre mis posibilidades ni deseos, decidí cambiar el ambiente, buscar otros estímulos, otras sensaciones; opté por oír el disco de Stan Getz interpretando La Chica de Ipanema. Astrid Gilberto lo acompañaba. No era ni soy una chica, ni estoy en Ipanema. La sensación de amor es la misma, lo mismo en Santurce como en Rio de Janeiro, Getz y Gilberto lo comprobaron. Con ellos, amé de nuevo.
Wednesday, March 21, 2018
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