Hace años, junto a una académica alemana, fui a la Casa Cautiño en Guayama, y cuando la profesora le preguntó a la guia de la casa-museo, si sabía cuántos esclavos trabajaron en construir la casa, la bien trigueña joven guayamesa lució molesta; no tanto porque no sabía, sino porque hasta ese momento ella parecía sentirse parte de la gloria de la historia de la casa. Nada fácil tener que desesctruturar los esquemas interiores que le dan forma a la identidad.
En City College tenía dos compañeros “latinos” que de una manera muy sútil querían que yo -al igual que ellos, muy orgullosos de sus antepasados españoles- enfilara mi “identidad” hacia la ascendencia “uropea”. Como resultado de esa y otras experiencias parecidas, lecturas y marcas mongólicas escribí la pieza teatral Terapia para jabaos.
“La formación de relaciones sociales fundadas en dicha idea [raza], produjo en América identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y rede finió otras. Así términos como español y portugués, más tarde europeo, que hasta entonces indicaban solamente procedencia geográfica o país de origen, desde entonces cobraron también, en referencia a las nuevas identidades, una connotación racial. Y en la medida en que las relaciones sociales que estaban configurándose eran relaciones de dominación, tales identidades fueron asociadas a las jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ellas y, en consecuencia, al patrón de dominación colonial que se imponía. En otros términos, raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población.” (Aníbal Quijano. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. Marxismo Crítico, 19/12/2007)
La historia de las relaciones “raciales’ en Latinoamérica no puede seguir el modelo de los EEUU. No es cuestión de oposición sino de líneas continuas que se entrelazan. En sus libros sobre los jíbaros en Puerto Rico, Fernando Picó nos muestra cómo ocurrió ese palesiano “melao melamba”; Palés Matos se burla de los ilusos y blanqueados “duques de la mermelada” que “culipandean” por sus calles antillanas; Vizcarrondo cuestiona la negación de la herencia africana; González retrata los efectos de esas segregaciones y su relación con las estructuras políticas y económicas; y por ahí una ristra de escritores que han explorado el tema.
Hoy el pueblo mestizo en Bolivia ataca a los pueblos indígenas. Que las masas interioricen esas ideas y transformen sus esquemas es otro cuento.
A coninuación, un enlace sobre un brasileño que lo lo hizo, y cómo.
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