Monday, November 4, 2019

JUAN BOBO: UNA RELECTURA

Dentro de la historia de la literatura infantil puertorriqueña, las primeras letras escritas expresamente para niños surgen a finales del siglo diecinueve, con los trabajos de Eugenio María de Hostos y Lola Rodríguez de Tió (Piñeiro de Rivera 1987) Dada la estrecha relación entre el folklor y las letras, el estudio de la literatura infantil obliga a que se incluya, además de la literatura escrita expresamente para los niños, otras manifestaciones de la narrativa de los cuales se han apoderado los lectores jóvenes; particularmente, aquellas tradiciones orales del mundo infantil que influyan esta literatura, "... más que un paso entre los cuentos infantiles y los cuentos populares, y sus orígenes se confunden" (Montes 1977).

Como bien nos apunta Piñeiro de Rivera, lo que comprende el corpus de la literatura infantil puertorriqueña cobra forma definida a finales del siglo diecinueve, al calor de las ideas patrióticas. Mas esas ideas patrióticas no se forman de la noche a la mañana, ni tampoco, esa literatura. Se gestan estas letras de todo un proceso histórico que ya había comenzado cuatrocientos años antes de los trabajos de Hostos y Rodríguez de Tió. Nacieron, al igual que el resto de las letras latinoamericanas, "... de una violenta imposición colonizadora" (Rama 1985:11). Y de esa imposición colonizadora, antes de esas primeras manifestaciones literarias en el siglo diecinueve, surge una fuente formada en el contexto de los primeros años de la colonia, que mas tarde influye o conforma esa literatura infantil: la narrativa folklórica.

De la narrativa folklórica (véase bibliografía), son los relatos de Juan Bobo los que adquieren arraigo popular masivo y constante; siendo éstos los más contados y recopilados en las colecciones que recogen la tradición oral puertorriqueña, y debido al vínculo que existe entre esta tradición oral y la literatura infantil, se convierten en parte de la misma (Alegría 1973; Cadilla de Martínez 1941; Ramírez de Arellano 1926; Ferré 1981; García 1975; Belpré 1962, Torres 1993). Incluso, su arraigo es tan fuerte, que algunos de ellos se hacen parte de la conciencia puertorriqueña; sirven como medida para juzgar el comportamiento de las personas: en alusión al famoso cuento donde Juan Bobo viste a su puerca con las joyas de la mamá, y como crítica al mal gusto, los puertorriqueños hacen uso del refrán, "... mas endilgá' que la puerca de Juan Bobo"; y lo usan como modelo de cierto tipo de arquetipo nacional: el jaiba.

Estas cualidades son el hilo conductor de casi todos los cuentos de Juan Bobo, y se manifiestan en el uso de ciertos criterios para concluir o razonar sobre una situación o problema en particular: el mal gusto y/o el jaiba que trata de “pasarse de listo”. Mas la crítica de estos cuentos, y de la tradición oral a la cual pertenecen los mismos, se ha enfocado en el carácter moralizante de los mismos. Críticos e historiadores como Bravo Villasante, Almendros, Petrini, Bettelheim, Escarpit plantean que la literatura infantil que antecede al Siglo XIX, a la cual pertenece los cuentos de Juan Bobo, está caracterizada por sus intenciones didácticas y por estar cargada de adoctrinamiento moral.

Bettelheim sostiene que dichos cuentos, aunque no analiza a Juan Bobo no le dejan nada a la imaginación, y que siempre contienen una moraleja. La narración lleva al lector hasta unos desenlaces, donde se presentan amonestaciones, una lección, "...compendios de parvas enseñanzas y de rígido adoctrinamiento religioso y moral...", nos dice Herminio Almendros. 

Si se parte de este enfoque en la crítica, se puede concluir que los cuentos de Juan Bobo también se caracterizan por su adoctrinamiento moral o por la representación simbólica de ciertos arquetipos: la astucia, la maldad, la avaricia. El carácter moralizante de estas obras llevan la trama de las mismas a un final donde Juan Bobo puede ser castigado o premiado, dependiendo de las acciones de los personajes. Es Juan Bobo, bien acuñado por su nombre, el sonso, el jaiba boricua, cuyas acciones generalmente, resultan en catástrofes para él y/o los demás. Al igual que la inocencia de la Caperucita Roja o la maldad de la madrastra de Blanca Nieves, la estupidez de Juan Bobo ha estado bajo observación: Juan es un ser doblegado, un pazguato. 

Bajo este enfoque crítico, Juan es estudiado como un ser que carece de ningún tipo de independencia de criterios y cuyas acciones son el resultado de imposiciones externas; y se basa en la postura de que estos cuentos dice Shultz de Mantovani, ".... pertenecen, sin más, a ese almario universal donde se guardan las almas - arquetipos, personajes, caracteres- que en no otra cosa que en la literatura ha precipitado la historia y la experiencia humana".

A Juan Bobo hay que hacerle justicia. Una relectura de estos cuentos ilumina aspectos pasados por alto por las posturas que lo enmarcan dentro de la literatura de amonestaciones. La única similitud entre Juan Bobo y la literatura donde solamente hay una enseñanza moral, como son los proverbios, consiste en el castigo por obrar mal o el premio por obrar bien. Esta particularidad no es una constante en los cuentos de Juan Bobo; la única constante en estos cuentos consiste en los criterios que Juan usa para razonar o llegar a una conclusión, para bien o para mal, resolver un problema.

La narrativa de Juan Bobo, durante el periodo cuando es importada a las colonias españolas en las Américas, está estrechamente ligada a tres corrientes que influyen la literatura folklórica; por una lado, la novela picaresca y el surgimiento de la literatura didáctica, y por otro, una visión que deja atrá al determinismo y hace hincapié sobre la capacidad para razonar de todo y cada uno de los humanos. 

Dice Posada que se caracteriza la picaresca por llevar el pícaro "...la necesidad de sobrevivir gracias al ingenio aun cuando no se tengan riquezas ni se cuente con el poder." Este uso del ingenio es presentado a través de tramas donde el razonamiento de los personajes es equivocado o acertado ante un problema, y distinto a la antigua literatura de amonestaciones, estos cuentos están guiados por situaciones y eventos donde se hacen decisiones racionales aunque sus resultados sean desastrosos. 

Como resultado de la transformación radical de la educación y la multiplicación de los autores de tratados pedagógicos (Aries, Bravo Villasante, Escarpit), y la interacción entre la literatura esencialmente didáctica y el folklor oral, se genera un tipo de obra que, como las de Perrault y luego los Hermanos Grimm, retrata la sociedad de su época, y destaca las conducta en estos tipos de comunidades burguesas o rurales.

Razonar requiere hacer uso de una serie de criterios y/o sistemas que ayuden en ese proceso. En el cuento "Juan Bobo se queda sin comer" (García 1975: 1-4), Juan tiene que sortear las razones por las cuales va a escoger, entre dos invitaciones a un banquete, aquella a la que le conviene ir primero. Su primer criterio consiste en asegurarse que va a comer dos veces. Una vez decidido esto tiene, tiene que pesar las razones que lo van a llevar a escoger aquella invitación donde irá primero: su tío o su mamá. Por un lado razones afectivas y por otro, la gula: sabe que en casa de su mamá va comer mejor. Y decide ir primero donde su mamá. Desafortunadamente, por estar tanto tiempo decidiendo donde ir, Juan Bobo se queda sin comer. Escogió dos factores para decidir, pero se olvidó de uno: la comida se acaba.

Mas no son las pasiones lo que único llevan a Juan a sus decisiones.. La logística lo lleva en "El lecho asado de Juan Bobo" (García 1975:5-7) a tener que decidir entre tres lechones, y una vez hecha esta decisión, cómo agenciárselas para alcanzar un racimo de plátanos; y en el cuento "Juan Bobo y la princesa adivinadora" (Alegría 1973: 31-40) se vale Juan de una artimaña que requiere tramar una situación donde él se protege de una princesa.

Durante el primer siglo de la colonización, sostiene Anderson e Imbert, que los libros que circulaban "eran en su mayoría eclesiásticos y educacionales." Sergio Ramírez escribe que, "El signo cultural de la época colonial, hasta antes de la independencia de Centro América, es el religioso". 

Los cuentos de Juan Bobo al igual que las fábulas de Esopo, revelan que al margen de las letras oficiales se daba una literatura oral que servía como espejo, reflejo, pero distintos a las fábulas, como si guiada por los planteamientos de Paulo Freire, Juan Bobo nos muestra lo que se puede hacer o no frente a las culturas y poderes oficiales; en respuesta a la “violenta imposición colonizadora."


BIBLIOGRAFÍA

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