Debe ser el clima o la economía, quizás, los islamistas o sus iguales de este lado (los neo cristianos talibangélicos americanos) o el miedo; obligando a tanto hombre gay a hablar como si estuviesen perdiendo la voz. Al borde de una epidemia, ni se les entiende cuando hablan. Las palabras no le salen de bien adentro. Le salen del diafragma que separa la cavidad torácica de la abdominal. Sus palabras no suenan fluidas, sólidas, con peso.
Emitido cual lleno de aire, un hola no es dicho de corrido; es enunciado en dos partes y cada sílaba sale lentamente, aspirada, atorada en el tórax, al borde de una pequeña explosión.
Correctos sí son; la utopía lograda.
Corteses y de unos modales impecables. Pulcros y magisteriales en el manejo del detalle. Meticulosos a la última potencia. Y ese manejo del detalle es el que los lleva a esa preocupación por lograr la perfección en la enunciación de cada fonema.
Decir es menos importante que las formas que conforman lo dicho. Lograr esa perfección implica cuidar cada sonido. Llenos de miedo fonológico, temen que al salir sus eses, eles, pes estén llenas de imperfecciones.
Finos, muy finos, le llamaban en los barrios de los pueblos en la isla de los encantos. Un saludo, "encantado", no sabe igual al tosco "mucho gusto", que se oía por aquellos barrios.
Extienden la mano y dicen un "encantado", que sube y baja en su fuerza, adquiere la musicalidad, el fraseo de una bossa nova cantada por la Simone o, mejor todavía, un bolero por la Elvira Ríos, con sus pausas entre palabras, silabas que duraban mucho pero mucho tiempo. Su Noche de Ronda era lento, casi silabado: entre la "noche" y el "de", y la "ronda" pasaban largas horas; silencios entre “de” y “ron” y “da”. Sólo Elvira recuerda a esos hombres gays que se ahogan en su propia voz.
Octavio Paz en su libro Laberinto de la Soledad sostiene que las mujeres pobres de México tienen un metal de voz distinto (voces agudas, reprimidas) al de las mujeres educadas. Algo parecido ocurre en PR. A ese metal de voz agudo le llaman voz de pasteleras, en alusión a las señoras que vendían pasteles por las calles. En oposición a esas voces agudas se encuentran las voces roncas de muchas actrices mexicanas o las excesivamente nasales de las burguesas puertorriqueñas.
Para los terapeutas del habla, la pronunciación puede ser el resultado de un problema patológico. Para Paz, el metal de voz es un asunto de procedencia de clase social.
Para los gays aquí referidos, la enunciación pausada, el aislar y darle carácter muy particular a cada palabra sirven para proyectar y definir una estética o un tipo de sensibilidad. La elegancia suprema los eleva más allá de lo pedestre. El arte se hace arte en la enunciación misma; a la vez que delata cierta forma de represión interior. Aunque no les vendría mal una relajación total con la Elvira o la Simone de fondo, ¿a qué le tendrán miedo?
No comments:
Post a Comment