Sunday, April 10, 2011

¡Bendito! ¡Pobrecitos!

Como jode aquella gente que tiene una visión estereotipada de lo que uno es y como debe ser por razones étnicas, de género, etc., le cuestiona el como uno es o no es, habla o no habla en debido momento. Es que hay gente que para justificar su existencia necesitan del significativo otro; sin ese otro no tienen identidad. Y entre esos se encuentran los que necesitan de los pobres; y no sólo los pobres económicamente, todos los que caigan bajo la categoría de, “bendito, pobrecitos”.

Todo depende de los esquemas que esté usando la susodicha persona para percibir la realidad del otro. Hace unos años estuve en una cena, y una de las que allí cenaba se dedicaba a ayudar a los puertorriqueños del Barrio Latino de Nueva York. Para ella lo puertorriqueño no se podía desligar de la colonia, la miseria y no sé qué más otras cosas de la subyugación. Mientras presentaba los datos que explicaban su papel como salvadora, por mi mente pasaban otros datos: los que documentan a los que viven en esas urbanizaciones en Puerto Rico donde las casas no bajan de los cientos de miles de dólares, los que viven en caseríos del estado y viajan continuamente entre los EEUU y Puerto Rico mientras mantienen una economía informal que anda en los billones sin tener que pagar arbitrios; los que son descendientes de esclavos o los de los esclavistas. Ella hablaba como si lo puertorriqueño fuese algo que siempre ha existido, homogéneo, inmutable y falto de evolución. Allí, en aquella cena, la salvadora no pudo contestar cuándo comienza a usarse el término puertorriqueño para identificar a dicho grupo étnico, etc. De ella haber entrado en esa búsqueda personal, hubiese tenido que transformarse por dentro, y soltar su razón de ser.

Uno de los eslóganes de los grupos liberacionistas afro-americanos de los sesenta decía, “We don’t want you to help us, we want you to leave us alone.” Esta expresión se puede usar para contrarrestar a los reverendos de pandereta que andan tratando de salvar a los homosexuales. ¡Cómo joden! Vestidos con sus trajes de diseñador, sus relojes de marca, y disfraces cargados de brocados y sedas descargan sus bondades hacia los supuestos pecadores. No conocen quienes son ni lo que hacen con sus vidas los necesitados de su palabra salvadora, y, a veces, castigo. Son todos iguales y todos necesitan que Ellos, los salvadores, los salven. Si se desvistieran de verdad e indagaran, conocerían lo compleja y diversa que pueden ser las vidas de los hombres y mujeres gais. De hacerlo, sus egos se irían para el carajo…

Pobrecitos, bendito, sirve de razón de ser para muchos: desde los liberadores de los pobres puertorriqueños en el Barrio Latino de Nueva York hasta los nuevos profetas. Esos esquemas atomistas reproducen una forma de pensar que descarta lo compleja y dinámica que puede ser la condición humana; además, le sirven a ciertos grupos con intereses políticos y económicos específicos. Y no hablemos de los egos. He dicho.

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