Guanina Sotomayor Vda. De Smith
(Este es el primero de una serie de informes sobre los migrantes e inmigrantes puertorriqueños en los Estados Unidos de América. Lo que aquí se describe fue recogido, documentado durante mis visitas a un sanatorio en la ciudad de Nueva York, donde doña Guanina Sotomayor Smith se encontraba recluida. En cada una de estas visitas fui testigo de los cambios y trastornos de personalidad que sufría la que una vez fue dependiente en una tienda y empleada de una fábrica en la ciudad de Nueva York. Durante la visita, el sujeto bajo investigación, ante la pregunta sobre su familia en Puerto Rico, respondió lo que sigue más adelante)
“Soy descendiente de una de las más rancias familias de esa hermosa isla de los encantos; familia cuyo apego a esa tierra, cuya importancia histórica no necesita explicaciones. Descendemos de nuestros primeros pobladores, de nuestros hidalgos antepasados, sangre de nuestros más majestuosos mártires, hija de todos nosotros. Soy hija del Caribe. Soy hija de todas las Américas.
Mi familia, la familia Sotomayor, se ha destacado en distintas facetas de la vida en ese hermoso país, en esa isla de los encantos. ¿Dónde es que nuestro apellido ha quedado grabado? Pues, en la ropa.
Comenzamos las empresas Sotomayor durante los primeros momentos de la llegada de la civilización europea a Puerto Rico. Como bien sabes, en aquel entonces, el nombre de la familia era Sotomayor Bana. Sí, Bana, emparentados con la familia del jefe taino, Aguey Bana. Luego, Sotomayor Ponce de León, Sotomayor Ramírez de Arellano, Sotomayor Barceló, Sotomayor Ferré, y hoy, Sotomayor Smith. Se comenzó esa gesta empresarial durante los inicios de aquel proceso histórico que todo el mundo conoce.
Cuando el hijo de esos dos héroes y mártires de nuestra historia, Guanina Bana y Diego Sotomayor, decidió superar la crisis, la orfandad... Sí, sé que pocos conocen la historia del hijo de Guanina y Diego. Se las cuento.
Después de la repentina muerte de mis antepasados, su hijo Dieguito, al quedar huérfano se educa en el colegio de los Jesuitas en Caparra. Una vez completó sus estudios de catecismo, latín y gramática, se muda a la que en aquella época era la nueva, hoy viejo San Juan, y allí comienza su primer negocio de importación de tejidos y exportación de naguas, casándose más luego con una de las hermanas Ponce de León. Sí, mis queridos amigos, la hermana más pequeña del gran idealista y soñador, don Juan Ponce de León.
Con la boda de Dieguito y Juana Ponce de León desaparece nuestra relación con las pocas familias arahuacas que quedaban en el país, y se fundamentaron las bases de nuestros vínculos sanguíneos y comerciales con las familias antes mencionadas.
Han sido los tejidos, los encajes, el mundillo, el calado, el tru tru, durante toda nuestra historia, los mejores representantes de nuestra identidad y desarrollo histórico como pueblo. Desde las fibras naturales hasta las sintéticas; desde los pequeños talleres hasta las grandes y poderosas fábricas que hoy pueblan nuestro país; desde las humildes costureras de pueblo y campos hasta los grandes y poderosos empresarios, mi familia ha participado en el quehacer económico-cultural, adaptándonos a los vaivenes de cada época y cada situación que lo amerite. El progreso y el cambio han sido el lema que nos caracteriza. Y hasta el sol de hoy, los Sotomayor continúan participando en el desarrollo y transformación de la cultura puertorriqueña, no sólo a través de escritores y políticos o vinculándose a las mejores familias del país y extranjeras, sino a través de los negocios, particularmente, la ropa.
(Cuando le pedí que me explicara por qué abandonó la isla y se casó con un norteamericano, despareció por entre cordeles, perchas y ropas colgadas que mantenía en su habitación.)
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