Saturday, September 29, 2012

Cabrón, corillos y tuteos


- Cabrón - dijo el joven poeta urbano. Eso dice él - soy poeta urbano en busca de los significados y sus historias.
- Dime Gerardo, ¿qué tú crees del uso que nosotros le damos a cabrón?, ¿te tiene que molestar?- continuó sin dejar que me recuperara de la primera nada fácil de oír locución, cabrón.

- OMG - pensé, un ¡ay, dios mío! reemplazado por las siglas inglesas, tomadas del lenguaje cibernético; transformadas por la misma generación que desenmascaró el vocablo cabrón.
Sorprendido, al borde de un vahído, por dentro. Por fuera, mi muy flemático sentido didáctico-lingüístico-literario de jibaro madurado en el Upper West Side niuyorkino, fiel defensor del español norteño, cual música tejana, me llevó a discutir los distintos planos que servían para responder a esos nuevos y repetidos usos de una palabra que pasó de ser un preciso insulto a los cornudos para convertirse en elogio, a veces; y en otros, rechazo reflexivo, algo como un señalamiento pueril de una mal comportamiento; y a saber cuántos más.

“Dime Gerardo, ¿qué tú crees…” fue un tuteo, que junto al multisignificante cabrón marcan la diferencia entre los ‘techies” (generación a la que pertenece el poeta urbano) y los amorosos de los sesenta, la mía, “peace, brother”, quienes, aunque desmantelaron la sexualidad y los absolutos de las luchas de clases, no rompieron la cadena del respeto linguistico generacional (los rebeldes de aquella década nunca dejaron de usar el usted con las personas mayores). Y no es que los techies sean irrespetuosos; es que tratan al otro de tú a tú.
Cabrón y tuteos destrozan el lirismo en la poesía; herederos de Palés Matos y sus onomatopéyicas críticas a las relaciones políticas, conde de mermelada, y  las raciales al ritmo de un, “Tun Tun de Pasa y Grifaría”, ponen a “perrear” a los jóvenes tatuados, en homenaje al “culipandear” de las damas de la muy alta y rancia sociedad mulata de Guayama, y pueblos, países, arquetipos limítrofes que informaron al gran poeta antillano.

Generación “techie” con obvias influencias del Nicanor Parra y manifiestos de las calles treces del ritmo, atrévete, te, te; sin sentir pudor ni vergüenza ante tanto cabrón, se define con unos límites distintos a las que le precedieron. El techie habla de tú a tú con una informalidad y confianza ausente del “discourse” del “flower power baby” de los sesenta. No siente la vergüenza ni al hablarle a un respetuoso, serio y algo huraño envejeciente (nombre que se usa para designar a las personas de la tercera edad en PR, y que define el proceso mas que la persona) ni tampoco al expresar/”performear” sus ‘object d’art’.
Aunque en el diario vivir y en sus caminos por las calles treces los techies están “cabrones”, no se lo dije al poeta urbano, no fuese a pensar que estaba tratando de congraciarme con su  “corillo…”       

 

      

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