Blanquita como un jazmín, dijo una señora con mucho gusto en los labios, un
elogio de lo blanco y un placer al saber que su nieta, hija de un jabao (persona
con pelo rizo, ensortijado, facciones anchas y piel clara) y su hija, una mujer
del tipo que era clasificado como pardo en el siglo XIX, le naciese más blanca
que todos los demás en su familia. En el país caribeño donde vive la señora
antes mencionada, la blancura rige, casi tanto como tener dinero o títulos, un
país independiente, liberado hace muchos años del coloniaje español (eso creen
ellos). Es obvio que en las colonias se coloniza, y que este proceso afecta
tanto a los que viven bajo estados coloniales como a los que supuestamente se
independizaron. La colonia sicológica no deja de existir una vez la potencia
colonizadora desaparece.
La colonización no sólo afecta a los
colonizadores y sus descendientes (todo el mundo en Latinoamérica sabe quienes
son estos descendientes) o a los otros habitantes de una colonia: los
descendientes de los grupos colonizados o esclavizados; también repercute sobre
los que componen sus diásporas, los auto-nominados miembros que se mudan al
exterior y continúan identificándose con el país-colonia o ex colonia. La
colonización no es un tema que puede discutirse en blanco y negro. Una vez el
país logra su independencia política, ¿se para el proceso colonizador o sigue su
ritmo a través de otras vertientes?, ¿pueden los descendientes de los
colonizadores ser evaluados de la misma manera que los que no lo son? Con ver la
televisión mexicana, con sus mujeres rubias y esbeltos blanquísimos caballeros,
basta para darse cuenta que la colonia sicológica sigue y continúa siendo
impuesta por las clases en el poder: los hijos de los colonizadores. En Santo
Domingo, los negros son los haitianos. “Y tu agüela dónde esta”, preguntó poeta
Fortunato Vizcarrondo, y Nicolás Guillén nos dice en MOTIVO DE SON, "Tan blanco
como te ve/ y tu abuela sé quién é." ¡
¡Qué mucho descendiente de
españoles encontramos entre los cubanos en Miami!, me comentó una española con
cara de incrédula. Hasta que se hurga en su pasado y las sombras empiezan a
aparecer, la colonización se va aclarando.
Los descendientes de los
colonizadores son los que más se benefician de las nuevas relaciones coloniales.
Cuando algunos independentistas puertorriqueños, procedentes de la antigua
burguesía, defienden nuestra cultura como hispánica, demuestran con esta idea
los residuos de la colonia anterior. La colonia sicológica es tan nociva como la
geográfica-económica-militar. Aunque no fuésemos colonia política de los EEUU,
nuestros problemas de clase, color de piel y apellidos continuarán siendo
contaminados por esos otros factores que tanto afectan nuestro sique. Para
muchos de nosotros, que no procedemos de las clases en el poder, es tan difícil
dialogar con un burgués independentista como lo es con un gringo; porque sabemos
que sus antepasados esclavizaron a los nuestros.
Nota aclaratoria: Que
este corto ensayo no se entienda como una defensa de la colonia jurídica,
militar y comercial que hoy se vive en la isla de los encantos.
Monday, September 3, 2012
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