Sunday, August 26, 2012

Asina, Dir, Veí

Asina, dir, veí no eran fósiles que estudiábamos en la escuela. Eran las palabras de mis viejos. Ambos, jíbaros de pura cepa del Jájome pre-chicquería de San Juan. Jíbaros que mascaban tabaco y escupían salivas negras en el patio de la casa, en el barrio donde se burlaban del asina, el veí y el dir. Palabras que, junto al dejar el tabaco, aprendieron a callar; obligados por los hijos que le decían “mamá, papá, se dice así, ir, vi”. Obligados por hijos, vecinos urbanizados, proletarios y profesionales, a dejar de ser lo que en un momento fueron. Hoy,  otros vecinos quieren seguir avergonzando: por ser puertorriqueño, por ser maricón.  Que si vivimos del “welfare” (bien común). Que si somos colonizados. Que si tenemos de negro. Que si somos pecadores.



Dir, veí, asina son evocadas por la muy enciclopédica profesora en City College que corregía, avergonzaba públicamente a los estudiantes puertorriqueños cuando estos soltaban una “comel” o un “perrro”; mucho más preocupada por unos estándares que por el estado de ánimo o ilusión de aprender que los jóvenes llevaban a su salón de clases. En el ensayo “Lenguaje, Dialecto e Ideología”, Emilia Ferreiro, al igual que Pablo Freire en Pedagogía del Oprimido, sugiere que los maestros al imponer - distinto a explorar o conocer - las normas del idioma, reproducen los valores de la clase dominante. Incluso, aquellos de corte izquierdista, se convierten en instrumentos de los que se benefician de la opresión del significativo otro.
Veí, asina, dir son recuerdos de una colonización que no termina, independencia nacional o no; al ser jíbaros, blancos entre comillas, tenían muy claro que si dejaban de mascar tabaco, cambiaban su léxico, derivados, fonemas podían entrar a espacios que le eran prohibidos a los más trigueños. Ironía o contradicción, los más trigueños en el pueblo que siempre mira hacia el Caribe eran los que en una época se encargaban de corregir. Los más trigueños conocían sus fronteras, sus censuras, sus vedas, las burlas; aquellas de las que no podían salir. Los más trigueños siguen sufriendo los vestigios de la colonia anterior, y los nietos del jíbaro hoy presiden los clubes privados de los cuales una vez fueron excluidos los asina, vei y dir. 

   

  

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