Bailar todas las tardes puede ser un poco excesivo cuando se tiene más de cincuenta y pico de años. Y si tienes unas cuantas libras de más alrededor de la cintura y una buena panza para comprobarlo, bailar puede ser algo incómodo; todas las tardes, puede acelerar los infartos.
En algunos de los bares de la Sainte Catherine estos asuntos no importan. En dichos bares se reúnen hombres mayorcitos para bailar, en parejas o por su cuenta. En pareja, la panza los obliga a bailar sin tocarse los cachetes. Las panzas no permiten el entrar en juegos románticos mientras bailan un foxtrot, una mazurca, un rock light o una balada.
Las panzas de los
tea dancers de la tercera edad en la Sainte Catherine reinterpretan, redefinen
el por qué se baila en pareja. Quién guía a quien no está claro. En medio de una pieza, un
baile, cambian de papel; ahora uno, luego el otro. Aquel pone ahora su brazo
sobre el hombro del otro; luego, lo pone por la espalda. A estos bailarines madurados al ritmo del Stone Wall, la panza y la edad le dan una libertad, vistos
desde la calle y las terrazas al aire libre, que despierta la envidia del cualquier viejo reprimido.
Bailan, conversan
en francés o en franglés, o simplelente no hablan, y mueven sus añejados cuerpos al ritmo de lo
que sea. Mientras tanto, un flirteo de cuando en vez o de vez en cuando no viene mal. Que si aparece un nuevo "parejo" para ir más allá de la sala
de baile, pues a juntar las nuevas panzas y a seguir bailando.
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