Thursday, August 23, 2012

Culo, Poesía y Reciclaje (relatos con enlaces-links)


Ya no cago. Hace años que no cago. No es por razones patológicas. Mi salud está como coco. No cago porque he logrado poder evacuar sin tener que llevar la excreta hasta el culo;  mi cuerpo se encarga de reciclar la mierda. La convierte en gas antes de que esta salga fuera del mismo.

Mi culo no es el culo de JLo. Simple y llanamente es mi culo. La JLo es todo nalgas. No, yo. Mis nalgas son menos voluptuosas, aunque más delicadas y duritas que las de la López. Mi culo es poesía. Por eso, quien me llevó a usarlo como instrumento técnico de reciclaje de la mierda, primero escribió versos y letanías sobre mi culo. Publicó sus poemas y letanías en un blog que mantiene sobre la vida de los homosexuales durante la era pos Stone Wall.
Fue un científico y mal comprendido poeta jíbaro, quien con su enorme talento para inventar lo que a nadie más se le ocurre, me ofreció mucha plata si le prestaba mi culo. Se lo puse a su disposición, siempre y cuando no abusara del mismo. No eran mis nalgas lo que al jíbaro le interesaba, ni tampoco, en el sentido estricto de la palabra, le interesaba mi culo. Fue su intención, por un lado, poetizar sobre el ano y luego  usarme como conejillo de indias para investigar si sus teorías sobre la emisión y reciclaje de gases podían ser comprobabas. Para eso, la investigación científica y no para la poesía, necesitaba un culo que tuviese ciertas dimensiones, y el mío, después de medirlo y estudiar sus propiedades cumplía con sus requisitos literarios y científicos. 

Mi culo tiene una circunferencia perfecta, criterio fundamental que guiaba la selección del ano por parte del jíbaro y que sirvió de punto de partida para investigar si cumplía con otros requisitos formales, sus colores y olores. 
Nada de pelos ni hemorroides. Sus arruguitas, sin mayor pronunciamiento, y  que fuese rosadito con alguna que otra tonalidad marrón. Los olores fueron más problemáticos y se resolvieron con un cambio en la dieta y uso de jabón. Nada de Maja o Yardley, jabón sin perfume y hecho a base de caléndula. Una vez completó el estudio de mi culo, me cambió la dieta y, fundamentándose en los  ejercicios que sugiere el yogui Arivhanda Moombai en su libro, Poses Anales y el Desarrollo Espiritual, comenzó con el estiramiento anal. ¡Como sufrí!

Una vez aprendí a expandir y contraer el orificio anal, comenzaron los ejercicios de respiración. El jíbaro consiguió que otro yogui, Malahonda Raja, me entrenara en el arte de respirar por el culo. Malahonda, un americano originario de Iowa,  me entrenó  vía Skype a inhalar y exhalar aire; ejercicios que luego me llevaron donde el propósito del jíbaro: usar la capacidad para inhalar con fuerza y así poder mover las entrañas de manera que continuamente revolviera la excreta por dentro, cual procesador de alimentos, hasta triturarla y convertirla en gas.    
Lo que no me esperaba es que, después de que me pidió meter un dedo y jugar con mi ano, metió otro dedo, luego la mano, hasta que entró su cuerpo completo en mi cuerpo. Logró lo que a principios me había dicho; y yo, al no prestarle atención no vi cuáles eran sus verdaderas intenciones. No quería ni que se lo comiesen los gusanos, ni terminar en forma de cenizas; mucho menos regresar al polvo.*

 

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