Sunday, August 25, 2013

Otro Antoñín, y no el de Lorca,

Saqué la mano del pene, rojo de tanta fricción. Con la erección en espera de completar su misión, el pene apuntando el camino, llegué hasta la mesa, a terminar de doblar el mantel, sacarle las manchas dejadas por el vino tinto; excelente cosecha.

Otra noche, otra temblequera de fumador y amante anónimo, otra masturbación incompleta.

Cada cama es una escuela; cada amante, un maestro.

Busqué ropa limpia. Me puse los calzoncillos con el pene medio erecto. Se salió por los lados de los malgastados jockeys. Lo acomodé con mucho cuidado. Me puse unos pantalones largos. Un vaso de agua. Me cambié de camisa. Me peiné. Me quité la camisa. Peinéde nuevo. Encendí unos de los ilegales.

Música de jazz latino acompaña muy bien la reflexión sobre lo aprendido en la cama. Hacer de butch requiere firmeza y dirección clara. Deseaba música lenta y de amor, me dije a mí mismo. Siempre, Gato Barbieri.

Recuerdos de aquel agosto caluroso, lleno de turistas y negocios cerrados, vientos, sabe a romance en plenilunio.

El timbre del teléfono.

- Hola, ¿qué haces?
- Soñando bajo los efectos de un pitillo.
- ¿En qué o quién?
- En él. ¿Qué quieres que haga?
- ¿En cuál?
- El de Mikonos. El de anoche fue una lección para aprender a acostumbrarme
- Si no tienes más nada que hacer.
- Ese tipo me dejo mal y bien.
- Mikonos se quedará grabado y Manhattan no lo rellena.
- C’est la vie

Dos años más tarde sigo "a la recherche du tricks perdu". El interlocutor no tolera un segundo más mi monotema, oír mi continuo lamento. Me interrumpe,

- Bloomingdales está ofreciendo una venta especial de zapatos. ¿Vamos?

- Vamos. El jugar el papel de macho cabrío, a lo Antoñín de Lorca, no se me hace fácil.

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