Friday, November 8, 2013
Amundsen de Alice Munro en Miramar
Hace diez años que nos conocimos en un bar de Montreal y no había olvidado mi nombre ni el nombre de la zona donde yo comprė mi apartamento en Santurce. Entre Montreal y San Juan hay muchas diferencias; ninguna tiene que ver con el deseo de volver a cada una de ambas ciudades, si se atreve el visitante ir mas allá de lo que sugieren ls guías para turistas.
En San Juan estuvo antes y caminó por la calle donde vivo, bebió y comió en sus bares y restaurantes, pero yo no estaba. Volvió una cuantas veces por temporadas que aumentaban la estadía hasta no regresar a Quebec.
- Solo vengo durante el invierno,
-¿Qué invierno? - me preguntó irónicamente, en inglės, el idioma que nos comunica, nos ata con su afrancesado acento y mis amplias vocales, le dan un giro a la conversación, las risas o preguntas - ¿Por qué no me volviste a llamar? - que excluye. Nos ata
La joven a su lado sonreía, incómoda.
- El invierno del norte - respondo mientras cierro mi tableta lectora, y miro a la joven, rubia oxigenada, quien nos mira a ambos.
-Vivo en Santurce todo el año. Dejė los inviernos, mi pasado. ¿Me das tu teléfono?
Mis deseos son que no llame, que se quede el momento. Éste. O los del bar para strippers en Montreal. Que no llame. Le escribo mi número. Me da el suyo. Me despido. Saludo a la joven con una sonrisa
- Ėl no muerde - dice la joven en un acento de cualquier sitio.
- Yo sí.
Ėl sonríe.
Que no llame es casi un pensamiento meta textual que comenta el cuento de la Munro. Termino de leer el cuento mientras espero en la parada de buses.
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