Saturday, March 22, 2014

Crónicas de los Gourmandos

Las frecuencias absolutas, postuladas por Vallejo (2014) en su tesis de post grado, y su correlación con el gusto por algo en particular, sirven de fundamento para explicar un caso santurcino: el comportamiento, cambios y participación de la clientela que patrocina uno de los restaurantes elites de La Placita. En el citado restaurante entran numerosos grupos de orientales. Este turista, parecido a los alemanes, difiere del estadounidense en su búsqueda de experiencias que lo separen de la cultura homogeneizada de cualquier hilera de verticales condos y hoteles, torres de concreto.

Ese no es el único frecuente y absoluto vallegiano dato en torno a los gourmandos de La Placita. En el anteriormente mencionado resto, los grupos de oficinistas o dentistas o Juan Clasesmedias esperan por entrega de sus carros, en igual cantidad a las leales clientas, las de siempre, las muy obvias y recargadas señoras que almuerzan allí. Con la diferencia, que las mujeres que son parte del grupo de dentistas y oficinistas tienden a llevar enormes "corsages" sobre sus pechos (espero no verlos de etiqueta o trajes largos a las dos de la tarde, que eso sí es muy cutre) y las señoras de la alta burguesía sanjuanera no llevan nada que sea más floripondeado que ellas mismas.

Los deliciosos, abre-apetitos que en la inmensa gula resbalan, olores del restaurante llegan a mi balcón desde sus muy cercanos ventiladores. Antes del regreso y otros viajes, iré a probar sus artes en mi paladar.

Del otro lado de La Placita, las reinas obreras: las fondas puertorras, influenciadas por los gourmandos, andan creativas - sirven una yuca majada que compite, compite. Y sus tradicionales empanadas de pollo, nada que ver con los nuevos gourmandos, que les quedan como las mejores. Las pizzitas de Lila, buenas y baratas, con vinos chilenos.

Las orientales no van a las fondas, igualitas  a las señoras burguesas, quienes tampoco van a las fondas. Además de no ir a las fondas, las señoras pasan sus mañanas preparándose para ir a sus almuerzos.

Los oficinistas, dentistas, etc. -algunos con ínfulas de gourmandos y aires de chicquería- regresan a ellas, las fondas, por el resto del año, pues, pues no pueden pagar tanto todos los días.

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