6. La Luz
“Llegaron los hombres que brillaban, creíamos que llegaron del sol, la gran fuente Yaya. Saludamos, ñagotados como era costumbre entre los araguacus, el saludo de la paz, y el Agueybana se paró cuando ellos no se ñangotaron, y se acercaron y le tocaron el guanín, y gritaron es oro, es oro, y soltaron fuego de sus palos y murió el Agueybana, y corrimos hacia los montes, y soltaron fuego de sus palos, y no venían del sol, de nuestra fuente Yaya. Venían de adentro de la tierra de donde salen los que derrumban los bohíos y queman las plantas, los frutos. No, no fue como dice Usted mi querido Marqués, que como lo contaron en su lengua denantes, que les tuvimos mucha amistad, que y que como dice en sus folios, que Usted me leio, ‘porque cognosçí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos d'ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescueço, y otras cosas muchas de poco valor, con que ovieron mucho plazer y quedaron tant nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estávamos, nadando, y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocavan por otras cosas que nos les dávamos, como cuentezillas de vidrio y cascaveles. En fin, todo tomavan y daban de aquello que tenían de buena voluntad. ‘ No pida que cuente más , que mi dolor es tan grande, que contar más no puedo. Mintió, el Almirante, mintió, no creáis en las letras de sus hombres, mi estimado Marqués.”
Mi viaje en el crucero por el Caribe terminó en Miami, y de ahí volé a San Juan. No me podía despegar del personaje y quería regresar al Convento en Caparra, continuar leyendo sobre el tal Jabibonuco, y de alguna forma hacer mío lo que los archivos decían sobre el eunuco arahuaco. La desilusión fue más poderosa que las dudas. Las interrogantes aumentaron más allá de Jabibonuco, incluyeron a la monja bibliotecaria.
Una vez llego, me entero que ni la monja bibliotecaria estaba en el convento, ni tampoco los archivos. Sor Bernarda Díaz del Castillo - por fin supe su nombre - pidió que la transfieran a un convento en Cádiz. Tuvo que haber sido ella quien se llevó los documentos.
"Un grillete mantenía a los esclavos atados a sus asientos, donde comían, dormían y evacuaba lo que fuese menester. Iban descalzos y rapados para evitar la acampada de piojos y facilitar su identificación en caso de fuga. A la mayoría de los esclavos que remaban día y noche no les aguardaba más horizonte que el mar, el combate con barcos, y cierta opción de irse al fondo del mar encadenados a su bamboleante prisión.”
Viajar en crucero desde el Caribe hasta el Mediterráneo es un lujo durante ciertos meses del año, sin embargo, si se aprovechan los cambios de puerto cuando las compañías mueven sus cruceros - los reposicionan, ofreciendo sus tours por los mares de Europa, se consiguen muy buenas ofertas. Y eso fue lo que hice en busca de otros archivos donde se documentara la vida de Jabibonuco en España durante el periodo que vivió allí, antes de que lo quemasen en la hoguera.
Las tonalidades de la luz van cambiando en la medida que el barco que me lleva desde San Juan hasta Cádiz va dejando las aguas del Caribe y se adentra en el norte del Atlántico.
“Jabibonuco no remaba, y aunque era motivo de burla, a veces, en otras era deseo, un objeto sexual. También le tenían miedo. Tan distinto a los demás hombres que allí se encontraban; todos conocían sobre los pueblos de donde provenían cada uno de ellos: africanos, moros, turcos, gitanos. El hombre bajito, con su cuerpo cuadrado, pelo largo y grueso, de un color negro azabache, y aquella mirada intensa, profunda, veía más allá de lo que se podía observar por fuera.
Los miraba por dentro. Podía curar con hierbas y cánticos que nadie entendía. Más de una vez sanó una herida, imploraba, danzaba y tiraba caracoles. Protegido por el capitán, lo observaban de lejos, no lo tocaban.”
“El turco era el esclavo más viejo entre los que remaban, no era musulmán como los moros. Un ciego que no paraba de decir su oración - ¡Oh Shamash, único tú que disipas las tinieblas! Haces arder el mediodía y haces granar los campos. Fielmente sigues tu marcha a través de los cielos y cada día vistes la extendida tierra.”A falta de puertos donde parar y pasear, estirar las piernas, tocar tierra firme, el aburrimiento que causa estar en un barco durante cuatro días de viaje entre Puerto Rico y las Canarias es aliviado con las conferencias que ofrece el director de entretenimiento del crucero sobre las islas o los mares.
"El agua del Mar Mediterráneo es cálida, salina, y menos densa comparada al agua del Océano Atlántico. Cuando el agua del Mar Mediterráneo entra en el Atlántico sobre la solera de Gibraltar, se mueve varios cientos de kilómetros dentro del Atlántico a una profundidad de cerca de 1.000 metros con sus propias características cálidas, salinas y menos densas, como consecuencia de esa barrera que hace una distinción entre ellos. El mar Mediterráneo se estabiliza a esa profundidad."
“Las aguas cambiaron de color y pensaba que estábamos en el mar nuestro, hasta que vimos la gran piedra, y bajando hasta donde los remeros y contado lo que había visto, el moro, sonreía ante mi asombro, y explicó que Dios le había revelado al último profeta que Él, solo Él, con su poder dejo que los dos mares se encontraran libremente y que creó entre ambos mares un espacio que no traspasaban y que los poderes de vuestro Sustentador no deben ser negados, y luego me preguntaba - ¿Quién podía saber antes de la revelación del Corán que los mares eran distintos? El turco se reía, y respondía que antes de que su profeta dijese que le fueron reveladas esas palabras y sabiduría sobre los mares, y que antes que otros profetas, ya mucho antes, sus antepasados habían navegado por esas aguas, y escribieron sobre las mismas.”
Embelesado ante la luz, encontré en el mar lo que creía ya perdido: la integración en su máximo esplendor, el mejor espejo multiplicador de efectos, de luces, seres, aguas encabritadas bajo la luz transparente de la luna o entre nubes enrojecidas por el sol de poniente, tranquilas en las horas del amanecer en que el cielo y el mar se funden en suaves pinceladas amarillentas, descomunal e intimo a la misma vez; todo en uno.“Los galeotes recibían a diario un pan cocido y endurecido llamado bizcocho, un potaje de habas y su ración de agua. Las esperanzas de liberación eran mínimas. Sólo si los suyos ganaban un combate o eran intercambiados por presos españoles. La iglesia y el reino eran más inclementes con delitos monetarios o ciertas prácticas sexuales que con el asesinato. A Pedro Jiménez le cortaron ambas orejas, y fue condenado por un crimen de robo a ocho años de galeras. Pero a Juan de Morales, un hombre de unos 35 años, de buena constitución, blanco, ojos azules, lo castigaron con 200 azotes y 10 años de galeras por el pecado de sodomía. El Turco y el Moro estaban allí de por vida.”Una vez en Cádiz, me encuentro con Sor Bernarda en el convento de su orden en la antigua ciudad andaluza, y distinto al carácter serio en Caparra, con aquella mirada que me dejaba saber que no se fiaba de mí, la encontré afable y receptiva. Lo que no esperaba encontrarme fue con la desaparición de todos los documentos, los traídos de Caparra y los que una vez fueron archivados en Cádiz.
“El Reino y la iglesia quedaron agradecidas al Capitán y al Marqués por tan sabia decisión de traer en buen estado de salud a este pagano, conocido entre los suyos como Jabibonuco y hoy bautizado con el nombre cristiano de Javier, y frente a SM y sus Excelencias se han llevado a cabo los exorcismos."http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2014/06/jabibonuco-7-las-cenizas.html
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