Montreal y sus vicios me ponen a soñar. Sueño, sigo soñando, sueño, añoro aquellos tiempos cuando al igual que película mexicana de los años cincuenta asistía de acompañante, chaperón de mi hermana y su novio, a los bailes que se daban en los clubes de la playa de mi pueblo. Frente al mar Caribe bailábamos a los acordes de la música de José Luis Moneró, cantante de rigor.
“Querido Rafy, ¡qué bueno que me oyes!”
Desde aquellos tiernos y armoniosos momentos la música ha servido, no solamente, de vara que mide mis gustos en un momento dado; reflejo de mis estados anímico-culturales. De José Luis Moneró me moví al rock and rol, la nueva trova, la música de disco, el “new wave” de Philip Glass, hasta de nuevo regresar a José Luis Moneró. (Espero no terminar con canciones de cuna) El Moneró de ayer me integraba a la estética de los años cincuenta. El de hoy me sirve de puente entre mis deseos y el Flaco.
“¿Qué tú crees?, Rafy. ¿Por dónde andará? ¿Qué será de su vida?”
Frente al mar Caribe bailé, y hoy, un mural del mismo mar en un bar en el barrio Plateau Mont Royal y los acordes de la música caribeña, digerida por los nuevos románticos de las sociedades industrializadas del norte, me sirven de fondo y figura para reflexionar sobre el significativo otro. El Caribe se convierte en la última frontera de los nuevos románticos, no de los originales, de los que hoy sufrimos las consecuencias de los originales.
El Caribe no es realidad geográfica, es signo de un estado de una nueva estética, un estado de ánimo, al ritmo de reggae o salsa en algunos bares de Montreal, cargados de motivos tropicales, los nuevos Gauguins nos movemos a las costas Caribeñas vestidos de contra-cultura, residuos de los sesenta, archi-críticos de los turistas tradicionales, a encontrar el neo primitivismo.
“Nene, esta cosecha me lleva del bolero al reggae al bolero.”
Al igual que el pintor, regreso al pueblo, no a los quinceañeros, bodas y bautizos ni tampoco en busca de sueños de turista neo primitivista. Regreso en busca de mis viejas amistades, los que se quedaron en el pueblo. Me oyen y callan ante los silencios. Otros, los que se fueron a estudiar a la universidad, me evitan: se visten de guayaberas, arquetipos, casados, padres de nenes y nenas muy monos, viven en las mejores urbanizaciones del área metropolitana de la ciudad capital: San Juan. Mis preferidos, que son muy pocos, se mudaron a Santa Rita en Río Piedras, barrio de intelectuales y artistas o al igual que tú, a Paris. Yo, me mudé a Nueva York, me dejé crecer los pelos, marché en los desfiles pro derechos de los homosexuales, viví en comunas y no me pongo guayaberas. Ellos, distinto a los neo-románticos, ni oyen música, ni a Serrat.
"De los bosques de Quebec, tu celular, contesta, debe ser tu súper ego o tu vecino del primer piso.”
Sunday, May 15, 2011
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