Amar con ganas, lejos de la sensatez, entregarse por completo sin barreras, perderse en la lujuria, negar los vaivenes de lo cotidiano, es querer con alma de niño; y luego, cuando el corazón "te nombra", despiertas; y al ser incapaz de explicar cómo fue, qué pasó, vuelves a caminar por las calles, los puertos donde se vieron, a revivir las noches de ronda para, quizás, entender los recuerdos, los rastros de nostalgia dejados por amores fracasados, las imágenes vagando entre sombras.
Mas cuando piensas que todo pasó, listo para cerrar un capítulo de una novela rosa, "aun sabiendo que no estarás a mi lado", suplicas que un milagro lo -¿la? ¿era ella?- devuelva a tus brazos, y en medio de un trago, una última copa, el milagro se logra en un bolero.
- ¿Por qué me hablas así?
- ¿Qué usted cree?
- ¿Cuándo comenzaste a usar el usted conmigo?
- No importa, ya todo acabó.
Todo acabó, y no lo aceptas; sigues insistiendo en un amor que se perdió en la nada; no concibes que ese sueño de amor terminó, que la vida los separó, que llegaron al final de una ruta que estaba marcada, cuando el otro -¿la otra?- está muy seguro que es preferible olvidar que sufrir.
Y si acaso te preguntan, te preguntas, que cuándo, cómo, dónde, respondes, te responden, sin saber donde se va a llegar, sin saber si se va a encontrar el camino, respondes, te responden, "tal vez nos veremos, después".
- El Porsche, ¿de quién era?
- ¡Estoy viva!
- Sí.
-¿Dónde estoy?
- En una cama, un sanatorio.
- ¿Qué hago aquí?
- Un accidente en camino a Punta.
- ¿Por qué? ¿Por qué?
- Un accidente, anoche.
Anoche, otra noche, muchas veces, el corazón, despacio, en los sueños, en la voz de la Tellado, sigue apareciendo, presintiendo una imagen perdida, una caravana de recuerdos pasa por la mente, unos rastros de nostalgia, unos ojos que buscan, aun sabiendo que no estará a su lado, un milagro que lo devuelva -¿a ella?- a sus brazos.
Triste maldición. En el sueño no se logra el encuentro completo. Y al despertar, consciente de lo difícil que es entrar de lleno a una vida sin encantos, donde ni la pena puede ahogarse en la inmensidad de un llanto, pregunta, ¿y entonces?; recuerda que tan sólo de verle temblaba; se transformaba, y jura, grita, le dice que si te quiso así, pobre de él, ella, y que si ahora trata de olvidar, pues se ve que no conoce lo poco que ha vivido,
Es muy difícil, muy lento ese proceso de olvidar, y aunque un aparente olvido al amante le asombre, lo tranquilice, ¿qué hará cuando alguien sin querer les nombre, cuando esa lluvia de recuerdos caiga en su alma otra vez, cuando al comenzar el día rehuse recordarle?
Tratará de definir el amor, esa difícil ecuación, dará su propia versión. mil definiciones de lo que es amor, justificará esa vibración que en el alma comienza, y se extiende tanto que ya ni se piensa en el deber, en el honor, apelará al instinto creador, y una vez haya agotado las explicaciones, las justificaciones para explicar el fin del bolero, la Rexach le dirá, pobre de tus días si los usa para olvidar.
¿Y entonces?
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