Sunday, March 29, 2015

15. Reincidencias. Montevideo a Punta: la versión de un bolero en voz de la Tellado

Después del bolero, ¿se seguirán amando? ¿Se odiaran para siempre? ¿Cumplirán sus deseos la Barrios, la Fabery?

¿O fue María Marta Serra Lima quien, "con una calma aparente", le dijo al amante  "otra vez te perdoné"?

¿Hasta cuándo seguirá perdonando?

Con su potente vozarrón, gritó, llena de ira, soberbia, una amenaza que se oía por todo Manhattan, un deseo de hacerle llegar hasta Punta su contundente juramento: "la tercera es la vencida" -pausa, aliento-
"te lo juro por mi vida y yo no soy de jurar".

Ante esa amenaza, ¿le habrán hecho caso? ¿Cumplió con lo que prometió? La Serra Lima no dice.

El bolero no cubre toda la historia; no es una épica, carece de una narrativa lineal, busca la esencia de la experiencia misma, el mágico momento donde se conjugan el dolor y el placer, reduciendo el pasar del tiempo a un solo instante, ese abrumado instante cuando el amor, sus vertientes y opuestos invaden a los amantes; y en toda su dimensión funciona como un todo.

El bolero es una entidad paradigmática, un delirio, un escape, un vademécum de lo posible, un agente catalizador, un estado de ánimo, una segunda lengua donde se indaga sobre los vaivenes de la más cruda conducta humana: te odio y te quiero.

"Te odio y te quiero, porque a ti te debo mis horas amargas, mis horas de miel" repetía la Serra Lima. No lo decía en las mismas palabras de Julio Jaramillo, lo sugería.

En el bolero se tolera la reincidencia del amante una y otra vez, y aunque se queda  "con la sangre tan caliente", la injuriada justifica su incapacidad para separarse por completo, su continuar perdonando. "Por ser joven e inocente", le dice Serra Lima,

Espera poder terminar, mas se engaña a sí misma. Es de dudar que cumpla con lo que se promete, "por más que cause una herida imposible de cerrar, la tercera es la vencida". No para de cantar.

En un bar, el bardo, su última copa, "eche amigo, no más eche de lleno", continúa con las contradicciones del amor, "te odio y te quiero"; y aunque no quiere ni nombrarle, busca en las copas "el vino de olvido".

El amante nunca quiere aceptar que no será como lo sugiere, borracho de amor entre tinieblas y nubes. Una, dos, tres, cuatro veces: en el bolero no se controlan los perdones, ni tampoco en el relato, el bolero del autor.

Frente al ventanal y la tormenta de nieve que lo azotaba, absorto, en su ensimismamiento, no esperaba una nueva versión de una misma historia, un re-inicio de una relación no olvidaba, neutralizada por un corto tiempo, activada, reactivada.

¿Hasta cuándo?

Empezó hace diez años y aquella mañana, día, noche de tormentas invernales en el norte, y vientos australes en camino a Punta, volvió la Tellado, en el fondo, a cantar su versión de La Noche de Anoche, a repetirse en el disco, "yo que estaba tan tranquila... ".

Pausa. Suben y bajan las emociones, las defensas se desploman y las verdades empiezan a aparecer, los celos infundados, equivocados juegos eróticos y repetición de lo que ya antes detonó la separación.

En el fondo, la Tellado los acompaña, "todo es nuevo para mi, estoy aturdida", para ser reemplazada por la voz de Jaramillo: "Me muerdo los labios para no llamarte", pausa, baja el volumen, "pensando que hay otro que pueda besarte, se llena mi pecho de rabia y rencor."

Te odio y te quiero.



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