Monday, March 30, 2015

16. Estadios. Montevideo a Punta: la versión de un bolero en voz de la Tellado

Tristezas, llanto, mucho llanto interno era lo que esperaba sentir el autor en la voz de José Feliciano; jamás, potenciar el libido.

Dos corrientes paralelas: por un lado, el cantante recordaba las vidas bajo el mismo techo, y que, aunque hablaban el mismo idioma, no se entendían; por otro, el autor respondía a las tristezas de Feliciano, tan distintas a las de José Sánchez. Uno sufre su perdida; al otro le duelen las tristezas del amante.

Movido, conmovido, en un tren de estadios emocionales, un caudal de emociones, placeres, mil desilusiones, que lo llevaron desde volver al mismo vacío, la completa ausencia de significados, palabras, que sintió cuando por primera vez oyó, "se acabó, mi amor lo mataste", hasta temblar lleno de calor, ese que arropa cuerpo y alma, y a saborear, solo, en Manhattan, los "besos que me diste", en las muchas camas, calles, "los ratos felices", en Acapulco junto a la María Bonita, o sobre las perdidas arenas del mar que bañaban a los amantes de la Sylvia Rexach.

No era la bruma la que envolvía al compositor del bolero, ni al autor de la novela rosa, en la apartada soledad de "nuestras almas". Lo tenían aprisionado las tormentas de nieve, los vientos australes, unos boleros a media luz, unas botellas de vino, los deseos en cuerpo y alma de poseer al amante de nuevo, de sentir su "risa loca", su ansiedad, la inquietud, sus besos de fuego, ser saturado "por la más divina llama", en el "dulce embeleso de toda tu pasión".

Sin esperarlo, "te me acercaste", y en medio del éxtasis, apareció, durante aquella noche maravillosa, la figuras de los amantes, la voz de la Tellado, y las imágenes del viaje por la Interbanearia entre Montevideo y Punta, el Porsche destruido, ella, o él, entre sus brazos, y la búsqueda, la continua búsqueda, para decirle "que como un niño, cuando te fuiste me quedé llorando"

Durante toda aquella noche de tormentas invernales en el norte y de lluvias y vientos australes, Feliciano le dio paso a Carmen Delia Dipiní, y ésta a Frank Dominguez, comprobando que antes que el verbo están las sensaciones, los ritmos, los placeres primigenios.

Antes que el verbo está Eros.



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