Sunday, March 1, 2015

9. Timbres. Montevideo a Punta: un bolero de la Tellado

Monerías puras, homogeneizadas y pasterizadas, dulces palabras, azucaradas, sencillas, claras; angustiosas, a veces; tiernas, otras, teclaba con su índice las no teclas en presencia del  ventanal, la vista: el tejido blanco lo revuelve el viento, la tormenta invernal se integra al bolero que cantaba la Tellado en camino a Punta del Este. El Porsche, destruido. La vista, lo visto, el norte de Manhattan en ánimo de Zen se integra al sur de Punta; un todo transmitido y conjugado en una tableta.

Un mensaje, un ding destapa el absorto Zen; un golpe a la respiración, la acelera, prende una chispa, una inyección de éxtasis a la sofocante espera, una vuelta al primer enlace: las fotos y vídeos del apartamento en Punta. Espera. La laptop no acelera. Espera. En camino a Punta el choque ocurre después del primer viaje.

Tarde, luego, sigue esperando por una nueva inquietud - no puede contar cuántas ha vivido en diez años - que enfoque la conversación sin motivo. la centre en sí misma, en ellos, en él y ella: mujer de ojos color turquesa, rostro de nácar, sentada al lado del hombre de pelo gris, apuesto galán,  hacia quien ella extiende lentamente sus angulares y finas manos, uñas rojo encendido, en camino a Montevideo, ¿o era en dirección opuesta? ¿Punta?

Después, más tarde, no fue antes, el timbre que sonó, un timbre compuesto a base de ladridos de perros en el teléfono celular, no lo contestaron. El Porsche destruido. El timbre del móvil, ladridos, y las sirenas de las ambulancias acompañaba a la Tellado, "que estaba tan tranquila, disfrutando de esa calma, de un amor que ya pasó"; su bolero, su épica.



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