Wednesday, January 6, 2016

LA ESPERA, GUAYAMA, 1956

Las noches pueden ser demasiado largas, llevan al más como al menos valiente a sentir el horror de la espera. El alcohólico no avisa. Entra imprevisto. Destruye. Ese otro momento no llega, el que fue vivido, recordado, grabado por todo el cuerpo. Tiemblas. La espera se alarga, se convierte en un solo momento, un extenso momento. No llega.

Rápidas corrientes de aire frío interrumpen la larga hora, provocando un escalofrío, una sensación de que se está viviendo una realidad alterna a la que se siente durante toda la espera, un cuerpo distinto al que mira hacia la puerta por donde entrará la violencia. 

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