Thursday, January 7, 2016

PATAKÍES: TEMBANDUMBA VIAJÓ A GUAYAMA

El cadillo no paraba de enredarse en las patas de los cabros, los hería; desangraban. No había santo ni sahumerio que acabara con las agujas de la maldita semilla . Desde Rincansina hasta Cimarrona, cabro que por allí corriese, cabro que moría. Mayombe trató de cortar sus raíces y el cadillo volvía. Mayú trató de ayudarla, y nada. Fuego por todo el pastizal atrajo a los blanquitos del pueblo, molestos porque las cenizas ennegrecieron sus almidonadas camisas, faldas, guayaberas y sábanas. Echaron DDT o algo así que apestaba. Mayú y Mayombe sonrieron de lejos: sabían que al cadillo nadie ni nada lo mataba. Hasta que un día, Tembandumba, harta de las quejas de los duques de la mermelada y las señora emperifolladas, decidió bajar donde Mayú y Mayombe. Las jamaqueó un rato, tiró al piso a bailar culebras, sacó vómitos y espumas; confirmó su presencia. A Mayú y Mayombe no les gustaba mucho que Tembandumba bajara -gracias a todos los santos, lo hacía pocas veces-, es que las dejaba de cama. Tres días más tarde, después del bembé y Tembandumba desaparecer de allí para luego, y que, aparecer por Jobos, Mayú y Mayombe encontraron a los cabros caminando entre las traicioneras matas, evitando tocarlas, comiendo cadillos sin herir sus patas. Cuando los blanquitos de Guayama volvieron por Rincansina y Cimarrona, al ver los diestros cabros que ya no desangraban, decidieron regresar al pueblo y planchar sus propias ropas.

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