Fue mi último verano junto a él, y porque soy creyente en fuerzas más poderosas que me han marcado y guiado (me infecté con el VIH hace más de 30 años y fuera de la homeopatía y el canabis medicinal, no he sido tratado con medicinas "inventadas" en laboratorios), y porque creo en los milagros, esos fenómenos inexplicables que algunos insisten en tratar de comprobar su veracidad, usando modelos terrenales, llevé a Gūnter a Portugal; en particular, a Lisboa y Fátima.
Fuimos durante el día a Fátima, paseamos por el Santuario y por la aldea. Regresamos a Lisboa, y esa noche Gūnter soñó que se moría, y cómo moría. Hacía diez años que yo había soñado con su muerte, y con algunos elementos vinculados a su muerte. En lisboa los sueños se encontraron. Regresamos a Alemania. Regresé a Nueva York. Tres meses más tarde murió. En Lisboa el sueño completó un cíclo. El milagro fue haberlo conocido.
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