El coche partió tarde en la noche de luna menguante, de rondas y desvelos; circuló por otros caminos, tan tristes como los que Agustín Lara vio cruzar por su balcón, acompañado por las luces fragmentadas de una quebrantada luna, en espera de la Félix, y una continua tonada, un repetir del "cómo fue, no sé explicarme que pasó", antes del accidente en la carretera de Punta. Mucho antes del Porsche terminar destruido, un bolero, otra canción, comenzó el final del relato en la tableta.
"Noche de ronda" cantaba lentamente la Elvira Ríos, sus pausas extensas, silencios entre fraseo y fraseo, ayudaron a aguantar la eterna espera al lado de, ¿un pino?, o de un palmar cerca de la orilla del mar, mientras que, a lo lejos, en la playa, se veían dos siluetas, dos cuerpos, celebrando una cita, embestidos por las olas, dos amantes completamente desnudos, en erótica armonía con los susurros de la Rios, "Que triste pasas.... Que triste cruzas.....Por mi balcón", y la sirena de la ambulancia; desde el Porsche destruido, los quejidos.
-¿Dónde estoy?
- ¿Qué hago aquí?
- El Porsche, ¿de quién era?
"¿De quién hablan, qué esperan, si todo fue y no sabrían decir lo qué pasó?" fue el mensaje que anunció el timbre del correo electrónico, sonoro y agudo, capaz de despertar con facilidad a quien es ligero de sueños. Sin esperarlo, a las ocho de la mañana montevideana, cinco de la madrugada en el norte, se acercaron las voces y textos del relato tellediano: los dos amantes en camino de Punta.
A las cinco de la mañana el café con leche protege -juega, quizás- contra el ruido del viento, el timbre de la portátil, una pantalla alumbrada por el cambiante reflejo de luz, el baile de los copitos de nieve y la tormenta que le da voz a la señal de tránsito, el ruido estridente del metal, y lo imprevisto: un romance, un accidente, una flecha negra anuncia, se mueve, un cartel, "desvío", un grito desesperado dentro de un nuevo capítulo de una vida escrita en bolero.
El grito de dolor, entretejido con la voz de la Collado, se pierde en la frontera que lo separa del placer invernal, la caída de los copitos de nieve, el café, del bolero que se oye a lo lejos lejos, desde el sur, en la carretera Inter-balnearia, bañado por otras aguas y vientos australes, el Porsche destruido. y se repite en la canción y en las cambiantes notas que aparecen en la pantalla de la tableta, para luego desaparecer por causa de la impaciencia de tanto esperar, y así, una vez más, no saber decir cómo fue ni poder explicar qué pasó
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment