La espiritualidad trascendía los ritos y dogmas. Ese baño religioso en aquel pueblo caribeño, caluroso y sofocante, ayudaba a no perderle el respeto sin temer demasiado, "sola vaya", cuando se sentía alguna sensación o experiencia que no podía ser explicada racionalmente; cuando bajaba al cuerpo algún "muerto chiquito" (frase con la que designaba lo sentido, acompañada por el escalofrío desestabilizador, un "fuera de aquí", una sacudida de brazos, un poco de agua bendita regada por doquier, un sahumerio a base de tabonuco, y un persignarse. "¡Sus!, mis cocolos".)
Anoche, después de una larga conversación sobre enfermedades con un pretendiente uruguayo, religioso pero no institucionalizado, decidí escribirle un largo y último mensaje sobre espiritualidad y medicina. No lo pude enviar. Mientras lo escribía con pasión y convicción, me pasaron dos cosas a la vez: me cayó encima un bicho negro grande parecido a una cucaracha, tipo phylophaga, y se perdió el mensaje en el equipo inteligente. Fue como si un "muerto chiquito" no quiso que enviara el mensaje lleno de amor e inteligencia espiritual.
No fue un "muerto chiquito". Estamos en pleno verano neoyorkino, vivo rodeado de árboles y jardines, no tengo mosquiteros, ni me gusta el aire acondicionado, las ventanas abiertas permiten que los insectos se metan en las casa. Creo que el susto que me causó el bicho negro, sin querer, salté y con el brinco le di delete al mensaje. Qué espanto.
Por suerte, gracias a todos los poderes universales por iluminarne, poder recuperar el mensaje archivado en la memoria de la memoria electrónica, y que no perdí contacto con el otro bicho a quien le escribí sobre espiritualidades caribeñas.
*Bicho (para los culturalmente limitados) es usado popularmente en Puerto Rico para referirse al pene.
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