Puesto que durante mis anteriores años académicos mis estudiantes eran en su gran mayoría latinos o afro-estadounidenses, no estaba preparado para lo que encontré en las "interacciones" a princiopios de clases, las primeras reuniones del grupo. Fluentes en su manejo del español y muy seguros de sí mismos, los "sububarnos" se quedaron con las discusiones en clase. No tenían dificultad en entender las lecturas académicas, temas, teorías y prácticas que allí se discutían. Los latinos, jóvenes inmigrantes pobres, graduados de colegios y universidades públicas de la ciudad, eran opacados por aquellos muy seguros y sofisticados estudiantes.
Sin dejarle saber lo que había observado, para evitar lo que se estaba dando en clase -el control de las discusiones por parte de los "blancos clases medias" y la segregación en grupos étnicos-, para la tercera semana transformé la estructura y enfoque de la clase: los puse a discutir las lecturas y proyectos en grupos pequeños. Con el resultado de que durante esa tercera semana los clases-medias suburbanos, una vez más, se quedaron con las discusiones. Todavía no quería abordar el problema públicamente y para la cuarta, mi muy didáctico genio creador me sugirió que los pusiera a leer y luego a discutir cómo integrar en sus aulas los poemas afro-antillanos de Guillén, Cabral y Palés Matos.
Fue en ese momento cuando los jóvenes latinos, en su mayoría descendientes de dominicanos y puertorriqueños se quedaron con el piso. Con ellos no había que discutir las funciones estilísticas, morfológicas, sintácticas, léxicas, significativas de la muy palesiana “Tembandumba de la Quimbambas”, meneando “masa con masa” sus grandes nalgas, “culipandeando por la calle antillana”, o que el “bembón” de Guillén no se tiene que quejar porque “Caridad se lo da to, to”. Y allí, el “to, to” de Guillén despertaba la risa y obligaba a menear sus hombros a los caribeños mientras los “clase-media” suburbanos, mimados y reclutados para salvar a los “people of color” no sabían de qué carajo se hablaba, ni podían leer al ritmo de una plena, una rumba o un son.
(Cuando discutan la relación entre las diferencias culturales, raciales, de clase y los estándares o aprovechamiento académico, no se olviden de fijarse en quién y cómo lo hacen, cuáles son los estilos narrativos de los participantes, los enfoques, métodos que se usan para lograr el manejo de esos estándares, el aprovechamiento académico, que "por la encendida calle antillana va Tembandumba de la Quimbamba", esa "negra tiene tumbao"; y parafraseando a Cabral, que esos estudiantes tienen "lavada la palabra" gente, con historia, ritmos y sabor.)
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