Thursday, December 31, 2015

Una vaso de leche amortigua pesadillas: 1ro de enero, 2016

Pesadillas. No las temo. Están ahí todas las noches. Despierto intranquilo, con una sensación de vacío, un ligero deseo de no estar en este cuerpo, del suicidio. El terror no dura mucho, pasa, y regresa la calma, el sentido de ser parte integral del mundo, tomo leche, un pedazo de bizcocho, regreso a la cama, a la vida que todos deseamos vivir.

Camas. Tener a un niño durmiendo con un adulto, una madre, hasta que ese niño es un un adolescente es un acto de violencia sicológica que, poco a poco, va destruyendo la habilidad para sentirse libre, autónomo, y que deja huellas para el resto de la vida. Si ese niño y adolescente nunca duerme tranquilo porque no sabe cuando el padre alcohólico va a llegar y comenzar la pelea, busca en el colchón la protección, un cuerpo maduro, otro adulto, y termina descubriendo otras cosas.

Leche. Algunos adultos viven para ellos y no piensan en los niños, más allá de darles comida, albergue y ropas. Otros, como mis dos hermanas mucho mayor que yo, protegen y cuidan al niño, ayudan a arrestar la violencia, comparten una sonrisa cuando los recuerdos de la violencia vuelven a revolver la historia que nunca desaparece por completo; sirven un vaso de leche.

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