Camas. Tener a un niño durmiendo con un adulto, una madre, hasta que ese niño es un un adolescente es un acto de violencia sicológica que, poco a poco, va destruyendo la habilidad para sentirse libre, autónomo, y que deja huellas para el resto de la vida. Si ese niño y adolescente nunca duerme tranquilo porque no sabe cuando el padre alcohólico va a llegar y comenzar la pelea, busca en el colchón la protección, un cuerpo maduro, otro adulto, y termina descubriendo otras cosas.
Leche. Algunos adultos viven para ellos y no piensan en los niños, más allá de darles comida, albergue y ropas. Otros, como mis dos hermanas mucho mayor que yo, protegen y cuidan al niño, ayudan a arrestar la violencia, comparten una sonrisa cuando los recuerdos de la violencia vuelven a revolver la historia que nunca desaparece por completo; sirven un vaso de leche.
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