Tuesday, April 18, 2017

PATAKIES: TEMBANDUMBA EN GUAYAMA

El cadillo no paraba de enredarse en las patas de los cabros, los hería; desangraban. No había santo ni sahumerio que acabara con las agujas de la maldita semilla. Desde Rincansina hasta Cimarrona, cabro que por allí corriese, cabro que moría. Mayombe trató de cortar sus raíces y el cadillo volvía. Mayú trató de ayudarla, y nada. Fuego por todo el pastizal atrajo a los blanquitos del pueblo, molestos porque las cenizas ennegrecieron sus almidonadas camisas, faldas, guayaberas y sábanas. Echaron DDT o algo así que apestaba. Mayú y Mayombe sonrieron de lejos: sabían que al cadillo nadie ni nada lo mataba. Hasta que un día, Tembandumba, harta de las quejas de los duques de la mermelada y las señora emperifolladas, decidió bajar donde Mayú y Mayombe. Las jamaqueó un rato, tiró al piso a bailar culebras, sacó vómitos y espumas; confirmó su presencia. A Mayú y Mayombe no les gustaba mucho que Tembandumba bajara -gracias a todos los santos, lo hacía pocas veces-, es que las dejaba de cama. Tres días más tarde, después del bembé, Mayú y Mayombe despojarse, y Tembandumba desaparecer de allí para luego, y que, aparecer por Jobos, encontraron  a los cabros caminando entre las traicioneras matas, evitando tocarlas, comiendo cadillos sin herir sus bembas; y a los blanquitos de Guayama, espantados, en camino al pueblo, a lavar y planchar sus propias ropas.

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