(ORIGINALLY POSTED ON WEDNESDAY, AUGUST 15, 2012)
Postal desde Quebec
La Sainte Catherine, punto de partida en cualquier dirección, sirve de frontera y margen entre los bilingües, monolingües, etnias, anglófonos francófonos, el gran Canadá, y en esta provincia o estado ocupado, su mayoría quebequés.
Tolerante, cosmopolita, algo hedonista, bastante hedonista con el monte real en continuo posé, Montreal invita a pasear, recrearse, comer bien y observar sus mundos sin morir arrollado por desenfreno. Hedonista, vuelvo y repito.
Vuelvo sobre la alucinante Sainte Catherine vestida con un sombrero de corridas y engalanadas guirnaldas rosadas. Pink triangle week, en agosto; algo sicodélico, el color rosa. Un bembé se vive por la medio hermana de otras calles y para llegar donde ella, el buena gente, buen conversador Monsieur Roger, en su mando sobre el antiguo orfanato, recibe en el hoy hotel Saint André, y olvídese de las estrellas.
De Montreal a las Lorencianas no hay que pasar por Caguas en camino hacia otro San Lorenzo. Para llegar a las Lorencianas se pasa por Saint Jerome, punto de partida de los mochileros en busca de las muy antiguas veredas para bicicletas, sus pintorescos pueblos al lado de lagos y más lagos. Un anuncio recuerda cierta ortografía: un rótulo de corte nacionalista, con su hoja de arce por dondequiera. En Quebec, dice un pasajero en camino a Sainte Adele: ".. no hablamos francés de París". La entonación de los quebequés recuerda el deje muy particular de.... (No sigo para no ofender a los de las trincheras...)
Pueblos “quaint". Con monas casitas que evocan cuentos de hadas, casas de caza en los bosques, o los muy particulares cottages de ese mundo que mira hacia el Atlántico del noreste americano, Quebec incluida.
El hotel con Ínfulas de Grand Lodge en Sainte Adele sirve de fondo, escenografía en cualquier serie británica en PBS. Al sosegado lago de aguas cristalinas lo bordea el pueblo, veredas, jardines, bosques, el "casi lodge", y arroyos que bajan por las laderas de los montes para terminar en playas con aguas heladas. Aguas que no espantan los deseos de inquietantes mancebos en busca de un refrescante chapuzón. Aguas cristalinas se manchan con tonalidades; el sol las ornamenta con plateadas pulseras y aros (me vomito ante el preciosismo tardío, consecuencias de una nota, la mejor cosecha de un Quebec que evoca la década de los sesenta, la de las mejores cosechas.)
Saludos desde la casa de J&J, hogar en el norte, refugio de muchos, santuario de los que buscan el norte del norte. Hasta esta casa de un matrimonio de hombres con todos los dereechos que se merecen y que el estado canadiense provee llegan muchos inmigrantes, unos en busca de amor, otros en busca de amar y otros en busca de algo que decir, contar.
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