Se fijó en la clientela mixta:
- en la entrada, los señores bastante mayores, abuelas y abuelos, que apuestan a sus caballos en la vecina agencia hípica y vienen a ver las carreras en el televisor que está en la entrada del bar; frente a la pantalla gritan a sus favoritos y toman cerveza...
- le sigue un grupo, punto fijo todas las tardes, constante, de burócratas gays, quienes se besan cuando entran y despiden, junto a alguno que otro straight que janguea con ellos, tomando sus tragos después de horas de trabajo.....
- atrás, un grupo de lesbianas juegan billar o algún grupo mixto juega dominó; y si la vellonera invita, alguien se desgarra y el resto calla y aplaude.
Para el muy “hautie”, fino y elegante esteta, el bar estaba lleno de gente de las comunidades especiales, en alusión al proyecto iniciado después del huracán San Felipe, por una gobernadora muy popular. El gobierno entró a los barrios pobres y los rebautizó con el muy pegado nombre de Comunidades Especiales. Los pobres dejaron de ser pobres para convertirse en seres especiales.
Y así los marcó el esteta. No vio la riqueza del pluralismo espontáneo, sus fuertes tragos, ni oyó los boleros o la vox populi que caracterizan al muy divertido bar de la de Diego, Santurce.
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